De mamitas, papitos, y otras anomalías del Camagüey.
Me han llegado noticias frescas del
Camagüey. Son de primera, y súper fiable fuente que sabía desde
antes de su viaje de ida, que a su regreso iba a querer me detallase
sobre como van las cosas por allá. No hay nada más frustrante para
un cronista, que estar separado de la realidad sobre la que escribe,
de ahí mis apetitos.
Y la realidad que me han descrito, solo
viene muy a mi pesar, a certificar lo que ya he dicho por activa, y
por pasiva: la sociedad cubana está en una decadencia moral y cívica
de proporciones siderales; que comparada con la bancarrota económica,
es como equiparar los Alpes Suizos con la Sierra de Cubitas.
Una semana ha sido suficiente. Ya sé
que cada cubano que viaja a Cuba a su regreso siempre dice lo mismo:
aquello está peor que la última vez que fui. Pero claro,
normalmente la gente te habla de las carencias materiales; pero hay
más que eso, mucho más.
Porque a la tristeza de ver el mercado
del “hueco” con grupúsculos de personas esperando el “que
vendrá” con sus pieles curtidas por un sol inclemente e indolente
a sus dolores cotidianos; a una población desdentada por la falta de
unos mínimos de calidad asistencial odontológica; a una
insalubridad donde falta lo más elemental en términos de higiene en
cualquier sitio; a un panorama desolador de barrios cayéndose a
pedazos infestados de moscas, y mosquitos portadores de dengue y
zika; frente a todo eso está lo peor, la pérdida de lo que los
camagueyanos siempre habíamos presumido: la educación, y el
talante.
Hoy, nadie da los buenos días en una
capital provincial de poco más de 300 mil habitantes; la muy noble,
fiel y muy leal Santa María del Puerto del Príncipe ha dejado de
ser señorial, ha perdido sus esencias; como el resto de la población
cubana que hoy deambula más que vive, a merced de las migajas que
cada día de manera aleatoria, y cínica, le va suministrando el
desgobierno de Diáz Canel para mantenerlos así, sin pensar, sin
soñar. Las miradas son hoscas, la sonrisa se ha desdibujado dando
paso a una mueca mitad risa mitad enfado, que ha enfermado el alma de
mis paisanos. El tono, los decibelios, y las formas, se adornan de
palabrotas que se usan como parte de un lenguaje cotidiano, que los
ha vuelto agresivos e insensibles frente al otro.
Las únicas palabras amables que
utilizan son; mi amor,mi vida, mi cielo, mami, y
papi. Ese es todo el catálogo que tienen en su lenguaje cuando hay
que poner buena cara que ya nadie tiene ni pone, aunque estés
consumiendo como cliente ya sea en una tienda o un bici-taxi. Y es
que la vida de supervivencia en que los tienen atrapados, no requiere
más que de un par de palabras en el repertorio; total, se trata de
llegar al final del día con un pollo, una salchicha o una cebolla
bajo el brazo, y poco más porque mañana..., ya veremos.
De Cuba, si una región conservaba
incólume las esencias lingüísticas, y señoriales de un tiempo
pasado era Camagüey. Le caímos mal desde el inicio a los castristas
por la resistencia que siempre encontraron en esas benditas tierras:
desde el desastre de Pino 3 donde la tropa del ejercito
constitucional casi extermina a toda la columna o el atrincheramiento de Huber Matos donde aprovecharon para desaparecer a Camilo Cienfuegos, aquellos verdugos
tuvieron en esa tierra,- cuna de jinetes y caballos desbocados-, una
especie de piedra en el zapato. Y nuestra resistencia era tan
cotidiana, como seguir llamándole a la calle Ignacio Agramonte,
Estrada Palma; y hablar, hablar con educación y talante.
El castrimo arrasó con todo lo que nos
legaron nuestros mayores; la capacidad de esforzarnos, la de soñar,
la de sonreír, la de conducirnos con educación y civismo. Así, hoy
al Camagüey, de nobleza, fidelidad o lealtad, poco le queda;
resultado de un sistema que vino a remover lo mejor de nosotros,
buscando un hombre nuevo que nunca existió, exceptuando el que
habitó en la cabeza de un ególatra enfermizo de poder que nos lanzó
al precipicio en su onírica, y desquiciada carrera hacia la nada.
No perdamos la fe; porque aunque hoy el
cielo de mi comarca luzca gris, detrás está el sol esperando poder
alumbrarlos un día.
Volverán las formas, las maneras que
nos distinguieron, y que hicieron de nosotros un pueblo alegre y
educado, señorial y orgulloso; sin mamitas ni papitos o quien sabe
si con ellos, pero por encima de todo Muy Noble, Fiel y muy Leal.
Y guambán.
Es realmente triste y doloroso mirar en loba sea convertido nuestra ciudad hasi como nuestra cuba pero un día no muy lejano seremos libres y volveremos a ser una tierra llena libertad y sueños.
ResponderEliminarEs realmente triste y doloroso mirar en loba sea convertido nuestra ciudad hasi como nuestra cuba pero un día no muy lejano seremos libres y volveremos a ser una tierra llena libertad y sueños.
ResponderEliminarAsí mismo es, lo peor es como se ha eliminado la decencia, la honestidad, el saber estar, de eso presumiamos los camahueyanos, los originales casi todos fuera de la isla y la inmensa migración de otras regiones hacia Camagüey también han contribuido a ello....tristeza mi primo, ojalá estavtormenta no dure tanto, pero te digo este daño tardará mucho más de la calma ....
ResponderEliminarDios tiene un plan para todo, y eso incluye a Cuba y sus gentes; solo necesitamos terminar la travesía del desierto que un día por opción emprendimos, entonces terminará como mismo empezó: por nuestra opción de recuperar la libertad que un día permitimos que otro nos administrara.
EliminarAmén hermano, recuperaremos los sueños y las sonrisas que nos arrebataron el día en que olvidamos nuestra responsabilidad como pueblo; el día en que pusimos nuestro destino, en manos de quien solo quiso satisfacer sueños desquiciados, y esclavizarnos por pura maldad. Libertad!
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