Hijo Putativo.
El título alude a quien sin ser hijo de
verdad, es tenido como tal. Esto debió pasársele al anestesista del
Granma al escribir hoy a toda portada: “Los CDR, hijos legítimos
de la revolución”..., dice que lo ha dicho castro segundo; como esta
soflama me afecta por haber sido parte de esa historia, quisiera
reflexionar sobre un par de asuntos con relación a estos temas.
Por ahí guarda mi madre una foto que
el día que con doce años me “recibí de cederista”; Estoy con
muchísimos quilos de menos, y muchísimos pelos de más junto a
Raisa, la gorda vecina mía que en ese año fungía como Presidenta
del CDR. Honestamente lo consideré en su momento una satisfacción;
era como si fuese parte de algo donde estaban los grandes, y eso me
hacía sentirme más hombre. Después de seguir a la pandilla de la
patrulla click, y la recogida de pomos y tubos de pasta perla en esos
domingos de trabajo voluntario donde competíamos por ver quien
recolectaba más cachivaches de los patios de los vecinos, aquello no
me era ajeno.
Luego vendrían las guardias hasta las
11 de la noche que hacíamos los muchachos porque la madrugada era
patrimonio de los adultos; y claro para mí en inicios, participar en
aquellas actividades o pelar viandas para la caldosa del San Juan, no
era sino seguir confraternizando con quienes nos juntábamos
alrededor del domino los fines de semana o charlábamos de cualquier
tontería sentados en el quicio de la casa de mi vecino donde
aprendíamos de los mayores, lo mismo como enamorar a una chica o a
contar fichas de un tirón.
Luego crecí; y después de arribar a
mi mayoría de edad nunca más hice una guardia o participé en
recogidas vecinales. Acaso solo quedó, medio por el ambiente festivo
medio por resolver ese día el plato de comida, la reunión alrededor
de la olla de caldosa que con el tiempo llegaríamos a rebautizarla
los cubanos en un arranque antropológico de cubanidad: viandosa.
Mis vecinos terminarían un tiempo
después de la muerte del último chivato de la cuadra, pasándose con
desgana los papeles de Presidente e ideológico; más que por
obligación por coacción entre los que militando en el PCC, no les
quedaba más remedio. Pero ya antes de la crisis del 90 nunca más vi
una actitud militante ni siquiera en quienes aceptaban los cargos que
guardaban en un cajón hasta el año siguiente, para pasar la la
patata caliente al próximo. Porque si bien por esas fechas se había
caído el comunismo mundial, y los cubanos descubrimos que éramos
más de lo mismo; en vez de seguir los ejemplos de pueblos que
dijeron no a la farsa, mis vecinos de toda la vida a quienes conocía
como nadie, que sobrevivían como todos maldiciendo en sus casas, y en
sus conciencias la aberración que nos tenía condenados, decidieron
como el resto mayoritario de cubanos seguir con la careta puesta.
Hoy, los CDR solo siguen existiendo
para los sicarios del sistema que viven de mantener las soflamas
necesarias que puedan dar la impresión de que Cuba es cederista, y
en las conciencias anestesiadas de esos cubanos que ni creen ni lo
reconocen como organización comunitaria; pero el miedo enquistado
por decenios en la percepción de que alguien siempre te vigila, les
impide comprender que allí, en la organización que por excelencia
representa el sistema comunista represor, está una de las salidas al
yugo de la castromafia.
Y es que si cooperamos, conversamos, y
dialogamos con quien ha estado a nuestro lado media vida, resultará
más fácil establecer puentes que nos permitan ir trenzando el lazo
de libertad conque estrangularemos llegado el día, a la bestia
castrista.
¿Hijo de la revolución los CDR?...
pues tremendo hijo de puta.
Y guambán.
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