Entrampado.


No vi venirlo, encontrándome ausente
a un cerco al que estaba acotado ,
por correr a diario esta vida inclemente,
que ni sé porque causa conmigo se ha cebado,
no sentí su nefasta influencia en inicio;
no supe darme cuenta que había sido tentado
con lo que parecía un precioso elemento,
pero que ciertamente cuando lo desnudé,
quitándole un barniz de aspecto proletario
reveló la verdad, y al villano del cuento.

El pan y el circo de cada día racionado
se encargaron de dárnoslo tan bien edulcorado,
que no vimos correr la cuerda que asfixiaba
a un cuello, y algo más que a unas manos;
a algo oscuro y torcido que intentaba anular
otras cosas tremendas de esas que si las pierdes,
sabes que has extraviado el concepto de humano
que te salva de todo, de ahí que me resista
con uñas y con dientes a este influjo malsano,
que aspira a reclutarme a su cuento de mierda.

Nunca nadie dio peso por cincuenta centavos,
eso lo reconocen hasta niños de cuna,
 pero estabas allí, diciéndome que el perro
no le aúlla a la luna para subordinarse;
sino para que aquella le alumbre en un camino,
que pintaste de rosas; sospeché desconfiado,
intuyendo que espinos iban a acompañarme,
porque sé que  tú aroma solo atrae a los buitres,
y aquellas alimañas de esencia ponzoñosa prestas,
a inocular tan terrible legado en las mentes ociosas.

El poder someterme lo apostaste a medidas
que iban a requerir de urgencias cotidianas
una mesa vacía y manos diminutas extendidas;
anular la conciencia es pretensión de dioses,
y tú que te creías un tótem te plantaste;
me arrollaste desde una posición con ventaja
frente a quien solo aspira a caminar tranquilo
una vida común de alegrías alternadas,
imposible tenerlas en este mundo gris
pletórico de ira que es tú historia falseada.

Como me resistí me arrollaste a sabiendas,
a mi boca una bota asignaste, y unos barrotes fríos,
aguarda a quien sopese volar sin ataduras,
a los que les repugne partir tú pan impío,
o no compren sumisos la historia del eclipse;
ni ofrezcan lisonjeras sonrisas a tu plan,  
el que solo sostienes por una mascarada
que no quieres decaiga, porque sería un suicido
que la grey descubriese si enfoca la mirada,
lo fácil que es salir, de tu encantada elipse.

Tengo la convicción de liberarme no la opción,
quiero seguir llamando a esta puerta cerrada
que anula y que pervierte mi humana condición,
que trunca el caminar con orgullo de raza;
te aplastaré cuando rompa de una masa la inercia,
que no sabe que el trecho que has propuesto por años,
no es más que un laberinto, una puerta tapiada
que lleva a ningún sitio, un sendero de pena
que les haz camuflado de manera malsana,
mientras van disfrutando tú sangrienta verbena.




* Poema parte del cuaderno Epolución, un tiempo para sobrevivir a la conciencia. Derechos reservados.

Comentarios

Entradas populares