Yarisleidis, Yurisan, y Yarisbel.

Cuenta mi madre, que cuando mi padre vio que nací un catorce de Junio, lo primero que quiso fue correr a nombrarme en el registro: Ernesto Antonio. Aunque por aquel entonces, mi madre recién entraba en la mayoría de edad, le pudo la suficiente sensatez como para evitarme cualquier parecido con el carnicero de Rosario, y terminaron acordando lo que hasta hoy: José Alberto. Con tilde, que me enteré a los doce, cuando con sarcástica muletilla mi profesor de geografía, mirándome "disimuladamente" acotó: porque aquí, hay algunos que ni su nombre saben escribir.

Los cubanos somos creativos, siempre lo hemos sido, y es esa una de las características que nos han permitido sobrevivir al comunismo racionador y enajenante, que nos ha intentado amargar la existencia desde el minuto uno; si no lo han logrado totalmente, es por nuestra capacidad de resistirnos a la tristeza, y por nuestra facilidad para trivializarlo todo..., como en eso de nombrarnos por ejemplo.

Tengo una memoria mala para recordar caras o eventos, lo heredé de mi madre que después de irse el interpelador de turno que la detenía a medio camino rumbo a casa, se viraba y me decía siempre; ¿de dónde conozco yo a este?- tengo el mismo defecto; ahora bien, podría recitar con nombre y apellidos todavía a muchos de mis colegas de aula; aunque seguramente, si nos encontrásemos hoy después de tantos años, terminaríamos sin reconocernos. No hay más que verme.

Recuerdo un día estando de urgencia en el hospital pediátrico de Camagüey, cuando cursábamos el ultimo año de practicas, me llega una madre con el niño; negro como el carbón, de esos cubanos descendientes directos de cimarrones. Le pregunté después del clásico siéntese, ¿nombre y apellidos por favor? ; Danger. Yo la miré, miré al pichón que tenia delante, y le volví a preguntar ¿?. Ella asintió sin pestañear siquiera. Miré al niño, y no pude evitar que mi cerebro estallase en una sonora carcajada que no sé como, no trascendió del caparazón oseo que lo tenía contenido; y es que lo primero que me había venido a la cabeza, era el chiste aquel de: policía policía, tú eres mi amigo?

Porque la creatividad del cubano, invadió a un Santoral desde el ateísmo comunista que lo sustentaba..., y se acabaron los José´s y María´s; ya los padres no quisieron continuar con la tradición. Ahora entrarían los Y a la escena,- Yurisleidis, Yunier, Yurisa, Yanisia, Yurisbel, Yanibel, Yosbany, Yesabel...-, y así casi hasta el infinito; la obsesión por la dichosa medio vocal, medio consonante que solo pudo contenerse, gracias a la llegada de la telenovela Brasileña "La esclava". Hubieron algunos padres poco creativos, aunque atrevidos eso sí; incluso rompedores, como cambiar el apellido Lenin por nombre. Que otra cosa podían hacer, quienes vivían los días en que Mario Rodriguez Alemán alababa en su "Tanda del Domingo" a la "Gran Guerra Patria" o "Moscú no cree en lágrimas", mientras echaba sapos y culebras de cualquier película "made in Hollywood", aunque tuviese el premio de la academia.

No es que tenga nada contra estos nombres, de hecho convivo con una Y desde hace 24 años, y confieso que me gusta; pero no deja de resultar irónico que ahora por ejemplo, EEUU pueda tener dentro del registro de sus ciudadanos algún Lenin, y encima vote Republicano; o escuchar a un anglosajón intentar pronunciar algunos de los nombres de nuestro santoral ateo, es para partirse de la risa.

Por suerte, hoy la estepa rusa está otra vez en su sitio, y nos queda muy lejos; aunque pensándolo bien, con esto de la globalización, la ideología de genero, la indefinición del concepto de familia, y todas las excentricidades de este mundo pos cualquier-cosa, espero que pronto demos la nota, y tengamos en nuestros registros algún que otro: R2D2 Castrillón Paulet, por ejemplo.

Y que viva la diferencia!






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