Libertad o liberación.

Los perros castristas han soltado al científico que tenían encarcelado después de casi exterminarlo en las mazmorras de la DSE, y aunque me produjo satisfacción el conocer la noticia, confieso que no me he detenido mucho en ello; ya para eso tenemos un ejercito de twiteros, y demás militantes de RRSS felicitándose, y congratulándose por tal acontecimiento a niveles que cualquier extranjero puede pensar que se acabó el castrocomunismo en Cuba.

A mí no me tientan los castristas; Cardet lleva mucho más tiempo junto a otros muchos, más los once millones encerrados en una isla prisión sin esperanzas de progresar en la vida o construir un futuro para sus hijos en libertad,- exceptuemos aquí los miembros de la manada-, como no sea dependiendo de familiares en el exterior o de “misionero castrista”.

Junio cerró con más de una centena de detenciones arbitrarias a personas que lo único que piden es hablar, y pensar libremente. De ahí que no estalle en júbilo internáutico dedicándole mi tiempo reducido, y esfuerzo cotidiano a Ariel, este es uno más de los cientos de miles de cubanos que a lo largo de la historia del desgobierno castrista, han tenido que padecer por haberse cruzado en su camino en algún fatídico momento.

Quien conoce al castrismo, sabe que por uno liberado, entrarán diez a prisión; nunca dan zanahoria sin dar el palo correspondiente.

Recomiendo a mis lectores que revisen la teoría de la motivación humana de Maslow. Aquí se explica de manera muy intuitiva, las necesidades, y los factores que motivan a los seres humanos según la parte de la pirámide en que habiten; los cubanos de dentro, normalmente están en la base, donde los tienen desde hace decenios, comportándose como animales no por gusto, sino por necesidad, valga la redundancia. Por eso siempre que desde fuera me dicen que porqué no hacen como los venezolanos o los nicas yo les doy la misma respuesta: están “castrificados”, que significa que son generaciones que han aceptado ese modelo aberrante del que no saldrán sin ayuda. De ahí estos escritos.

Por eso no debemos despistarnos, ni ilusionarnos, o permitir que la opinión publica vaya a comprar el lavado de cara que quiere proyectar Diaz Canel; a mí, por mucho que se lave aquellas, a este la sangre se le huele a distancia; no es más que una hiena carroñera que junto a los de su manada, roen lo poco que queda de un esqueleto llamado Cuba.

Ariel está libre, me alegro por Ariel; no aspiro a la libertad de un preso, ni siquiera la de todos los presos. Reclamo la liberación de un pueblo.

Y ahora, sigue la rima sirena... 


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