De misioneros y milongueros.

Cuando San Ignacio de Loyola allá por el 1590 envió al primer jesuita de misión, nunca podrían haber imaginado la revolución que en términos de humanidad, estaban iniciando. Lo que entonces no fue más que un acto de servicio de unos pocos por coherencia religiosa, llegaría a convertirse en un fenómeno mundial que ha trascendido a los jesuitas, e incluso a la propia iglesia. Hoy, misioneros de disimiles organizaciones dan vida a muchísimos programas, que no solo incluyen la difusión del evangelio; sino ayudas directas en educación, salud, y programas de ayuda al desarrollo sostenible en toda esa parte del mundo conocida como "emergente", que aun sufre el dolor del hambre, y las carencias más básicas de un ser humano.

Estos misioneros,- hablo de los que están desinteresadamente en esos lugares dando tiempo y esfuerzo-, representan lo mejor del ser humano; son una porción de luz del Creador en la tierra, aquellos a los que Martí llamó a cargar con “el decoro de muchos”. Están en esa última frontera, a donde pocos se atreven a adentrase sin pedir nada a cambio; de ahí mi admiración por estos adalides de la decencia, y la coherencia humana.

Tengo el convencimiento que Marx lista-mente a la hora de producir la excrecencia conocida como Marxismo, no necesitó más que a la revolución industrial por un lado,- con la consecuente desorganización entendible en una naciente clase obrera-, y el evangelio por el otro, al que despojó de la buena nueva de Jesús, para anunciar su buena mierda marxista. Colándose por detrás, conquistó a los desheredados; que además, descerebrados por circunstancias miles, vieron en el maná que el alemán les ofreció, una fuente para saciar su sed; sin darse cuenta que no era vino, siquiera agua lo que de ella brotaba, sino vinagre, y del rancio.

Se inventaron sistemas, añadieron teorías para apuntalar a una ideología que terminarían nombrando Marxista-Leninista; que solo necesitó tiempo para demostrarse a sí misma, y a los millones de alucinados por ella, que no funcionaba; rezagos de aquello quedarían muchas cosas, la más peligrosa la sugestión que la izquierda adquirió sobre los medios de comunicación, y la especialización en el manejo de la información -léase propaganda- para confundir, y prevalecer.

En Cuba, el castro comunismo después de sesenta años desgobernándonos, solo ha producido miseria a lo largo y ancho del país. Construir, lo que se dice construir, poco; y aunque culpan al embargo, olvidan que durante cuarenta años no les faltó recurso alguno para poder hacer lo que no hicieron. Han utilizado todo lo que les entregó el capitalismo, y les cambiaron el nombre o función,- como el Almejeiras-, para dar la impresión que han hecho cosas cuando las cosas, ya estaban hechas; el resto, lo que verdaderamente han construido... no ha sobrevivido. Ah sí, una cosa sí; las "misiones".

Las primeras, las guerras; aquí, y allá, y un ejercito de todo lo visible o invisible que Moscú ordenaba movilizar a voluntad, y que mientras el CAME pagaba fue de "gratis"; luego llegó el tiempo de las restricciones por culpa del camarada Gorbachev, y se lanzaron a rentabilizar sus esclavos. Se reactivaron con carácter prioritario las misiones de médicos, maestros, y operarios de todo tipo que han podido ser colocados fuera, para así chuparles la parte correspondiente de sus nóminas, amparados en la máxima de que son lo que son "gracias a la revolución". Una vez más la perversión del lenguaje, para dar la impresión al conceptualizar estas movidas como "misiones", de que parezca lo que no es, y así ocultar la vergüenza de lo que sucede tras bambalinas.

Y es que llamar misiones a lo que no es más que una subcontrata de cubanos alquilados por el castrismo, es una aberración del concepto altruista de lo que significa una misión en origen, y de lo que ella representa en la figura de un misionero, que es el que hace posible con su entrega desinteresada, que le honren con la categoría de ser discípulo de Loyola.

Porque si no, si permitimos repetir lo que aquellos cacarean por ahí llamándole misión a la instrumentación de unos recursos humanos por parte de una tiranía que los controla, y decide por ellos; que cobra, y bien caro, los servicios que aquellos prestan; entonces estamos dejando que nos la cuelen. El termino misión, no aplica a estos cubanos sencillamente porque no lo son. Comprar el cuento de la solidaridad entre los pueblos, y el embuste de la ayuda a los más desfavorecidos, solo es posible desde una ceguera que no me alcanza; porque esto de las misiones cubanas amigos míos, es una milonga como la copa de un pino.

Misioneros los castristas? no!; mejor: milongueros.





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