Odisea Caribeña.

Quién osaría en tiempos de leyendas contadas por Homero,
pedirle a quien buscaba a su Ítaca soñada que dejase de andar,
que se rindiera a una realidad que le excedía o pagase al barquero;
así me estoy sintiendo, emulando en el tiempo el viaje de Odiseo,
buscando entre la bruma, el camino de vuelta a mi isla antillana;
y no encuentro asideros en los que sostener mi sueño de alcanzar,
mi obsesión por estar de regreso, en mi casa extraviada.

Cuando miro a mi vera, nadie tengo cercano pretendiendo asumir;
amigos asentados que dicen que estoy loco, que vivo en el pasado
soñando con un tiempo para mí doloroso, al que acuso de estar hoy exiliado,
yo les digo que no, que este viaje de remos y brazos no es para repetir;
acaso, para hacer que a la ínsula triste por siglos sometida
le asista una edad diferente, donde soplos de brisa
y de niños la risa, sean el sello que defina a sus gentes.

No resulta hacedero, realizar la contienda cuando tienes raíces de difícil arraigo;
los hijos reconocen fonemas y canciones de antaño,
pero están contagiados de un tiempo extraordinario,
un concepto global, que los mantiene ajenos a tu historia;
haciendo que guardar la simiente de ese tiempo futuro, lo asuma una memoria
a la que no le fías un adarme, pues comienzan las canas a advertir
que no eres un chaval, y que sin pertenencia, no vas a contagiarme.

Intento allá y aquí, promover esas cosas que se dicen “de casa”,
mis paisanos cercanos están desesperados por escapar de mí,
para seguir haciendo lo que han considerado tiene mejor acierto;
no los juzgo, es humano salir del desconcierto que produce un fogón sin color
o unos hijos pidiéndoles regalos que aparecen, con un papá Noel desdibujado,
que ha cambiado carreta, por trineo que este tiempo promueve;
pues las cañas de azúcar producen escozor, y no compite el barro con la nieve.

Será que soy extraño, porqué el polvo de Yara me adereza
exportando de mí la impresión de parecer huraño, a vista de colegas,
y amigos en las redes, que nunca me han testado tomando una cerveza,
ni sentado a mi lado en un quicio del barrio, han reído conmigo con humana simpleza;
prefiero consolarme en que si lo termino, si consigo algún día el ansiado objetivo,
invitarles a estar celebrando ser libres, debería resultar pan comido;
y conquistar así al respetable, sin tener que trucar mi nombre y apellidos.

Pero nada consigue, quien esfuerzo no pone en la obra; y una pizca de amor,
lo tengo demostrado de sobra, con una caminata de más de veinte años
entre abisales trochas; un sendero foráneo, ha marcado mi ruta
desde que fui expulsado por opción, por no sentirme puta en burdel legionario;
seguro arribaré a mi Ítaca de palmas si acabo convenciéndote,
y a todos los que hoy, se afanan en decir que Homero es un relato,
y que Cuba enlutada, resulta un buen lugar, para pasar el rato.




Comentarios

Entradas populares