Martí no murió en Dos Ríos!

Decía el Maestro, que la muerte no existe si se cumple con la obra de la vida. Había padecido como nadie, para sacar adelante una revolución libertadora, y entendía como pocos el sentido de la vida; no es privilegio de muchos, el tener luces tan largas como para llegar a descifrar el destino que Dios te ha marcado en su plan infinito. De ahí su frase; que resume la esencia del porqué, y el para qué, que tantos nos preguntamos cada día, desde tiempos del Oráculo.

Por eso, aquel día en el Contramaestre, a pesar del dolor de tres balas en su cuerpo; a pesar de la vergüenza de haber sido un mestizo -Antonio Oliva- parte del escuadrón de ejecutores; a pesar del cuerpo inerte que yacía de cara al sol, en esa manigua; a pesar de estar cargado en brazos por sus hermanos de armas; Martí no murió ese día. Ellos no lo sabían, él sí.

Llegaría el 20 de Mayo de 1902, y allí, entre Céspedes y Estada Palma estuvo celebrando; custodiando a la Cuba nueva, la que fruto de los esfuerzos, y heroicidades de muchos como él, dieron vida a la última de las Repúblicas americanas.

Así iba a ser durante mucho tiempo. A pesar del honroso, y merecido lugar, en que sus compatriotas lo intentaron confinar; en ese canto a la dignidad de una nación que simboliza su mausoleo en Santa Ifigenia; donde además, estaría rodeado de otros muchos de su misma estirpe, Martí no podría descansar. Aquella generación de cubanos, que le construyó ese templo con la intención de honrarle por los siglos de los siglos, no pudo ver entonces, que al de la rosa blanca le quedaba mucho por hacer todavía.

Porque hubo de enmendarse la Constitución inicial, que consignaba entre sus lineas un apellido foráneo; y allí estuvo Martí, de aquí para allá, en todos los intentos de adecuarla al espíritu de los padres fundadores, hasta que en Octubre de 1940 se completaron los ajustes, que permitieron que Cuba entrase en el concurso de naciones emulas que tanto deseó.

Pero el trabajo parido con el esfuerzo, y la concordia que tantas veces les pidió a sus hermanos, se iría por el retrete; y Martí volvería a estar ocupado, intentando hacer razonar a políticos de miras cortas que traicionaron el legado que habían recibido. No hubo tanto por lo que dolerse desde tiempos de la guerra, solo que ahora no eran españoles contra cubanos, sino cubanos dañándose entre ellos.

Y allí estuvo Martí otra vez, de un lado a otro, intentando alumbrar, educar, inspirar; para que no hablasen cada uno, arrogándose el derecho de hablar en su nombre, mientras le arrojaban piedras a los otros.

Él supo desde siempre, que parir pueblos libres era para gigantes. Estuvo en todas partes, susurrando cual pepito grillo, a quienes pudieron mantener el rumbo, y lo torcieron; cubanos de pocas luces, y quebradiza memoria, que aprovechando la buena fe de sus conciudadanos, cambiaron el rumbo de sus vidas hacia lo inevitable; pues nunca aspiró Martí, a un gobierno que llenase solo la mesa, sino que debía también colmar el alma de sus gentes; para que la sonrisa fuese franca, y la libertad, un genuino acto de conciencia.

Y llegó lo inevitable. Ganó uno de los bandos, que es lo mismo que decir, que no ganó nadie. Y se declaró que la libertad era cosa de un grupo; que la sonrisa, el pensamiento, la aspiración, estarían condicionados. Y echaron por tierra el curso natural de la historia, por un devenir contra natura, que echó por tierra los esfuerzos del 40; Martí contempló horrorizado, como se derramaba sangre cubana, por cubanos que agujerearon piedras de tanto insistir en la carrera con la muerte; los vio desembarcar ilusionados, pensando en recuperar lo irrecuperable; pero si él ya había dado su sangre para que ellos tuviesen vida! Qué hacer? no lo escuchamos, estábamos sordos entre balas, y ayes de dolor de uno, y otro lado.

Y se llenaron las cárceles; y el mar azul que los aupó en tiempos de Playitas, se tiñó de negro con las almas, de quienes buscando su legado de libertad, solo pudieron encontrarlo fuera. Y la sonrisa de los que quedaron se desdibujó en sus caras transformándose en una mueca, en una mascarada que los deshumanizó para siempre; y los que reescribieron la nueva historia, le cambiaron su aspecto sin siquiera preguntarle, lo deshumanizaron dándole dotes de superhéroe, torcieron su legado de libertad, de dignidad plena; y para rematar, le cambiaron su afiliación de Delegado del PRC, a miembro honorario del PCC.

Y Martí se murió, para siempre.

Aun así, cada día ruego a Dios, me de fuerzas para llegar a resucitarlo.


Comentarios

  1. Por todo lo que he podido leer del Apostol, no tengo la mas minima de las dudas que fue y es el mas grande de todos los cubanos. Estoy orgulloso de haber nacido en la Tierra de Jose Julian Marti Perez.

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  2. Y yo también. Gracias por ser uno más; se necesitan muchos para depertar, para aunar, y encontrar el camino definitivo a la libertad.

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  3. HONOR Y GLORIA AL GLORIOSO MAESTRO MASON.... 1853... 1895

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