No seas ingenuo cubano.

Los extranjeros son bobos!. Era la frase del barrio allá por los 90 cuando comenzaron a llegar a Camagüey, una masiva ola de extranjeros, turistas para ser exactos. De las personas que tenían roce con este particular espécimen de la raza, desconocida hasta entonces en la Cuba de militares soviéticos y turistas del campo socialista, por demás escasos, fue todo un acontecimiento. Y se justificaba aquella máxima, que si no comen; que si les vendí un coco tallado por 10 “fulas”; que si se los “desvié” a esta casa o a aquel paladar. Y es que, en la conciencia primaria de supervivencia del cubano, los turistas occidentales entraron como personas a las que utilizar, para conseguir seguir sobreviviendo.

El turismo, normalmente parte de las economías de muchos países del mundo, en Cuba no es más que una vía abierta para la sobrevivencia del régimen, y de aquellos que puedan interferir en la cadena alimentaria castrista. Dejando a un lado el turismo vergonzante de los exiliados; que regresan, previa petición de permiso al amo, para que los deje entrar en la tierra que los vio nacer; las cifras de turismo en Cuba hoy son ridículas. Si tenemos en cuenta que Punta Cana, y otros muchos referentes del área,  solo existen por la ineptitud, y obcecación del desgobierno cubano; que Cuba, con miles de kilómetros de playas y ecosistemas naturales, recibió poco más de 3 millones de visitantes en 2015; la tercera parte del turismo de una Isla como Mallorca, que cabe en Las Tunas desolgadamente, y genera el 18% del PIB de España, que recibió  en solo 6 meses del 2016,  más de 12 millones de turistas; entonces  podemos afirmar, que la industria turística castrista es reflejo de sus creadores y gestores: una ruina.
 
El castrismo es tan ineficiente que ni vendiéndole a los viejos demócratas españoles, italianos, franceses, y canadienses; el país, como un gran burdel, de putas jóvenes, y baratas, a las que hay veces, que unos días de acompañamiento y comidas, le son suficientes; ni aun así han podido ubicar a Cuba en el ranking del turismo mundial. Eso sí, esa carroña, admira a la revolución y compra camisetas del Che, mientras violan la dignidad de nuestras hijas por cuatro duros, y se hospedan en hoteles regentados por quienes han apostado por el castrismo, y no por la libertad de los cubanos.

He hablado con alguien que ha regresado de Cuba, de turista; un occidental de esos de vergüenza que me ha confesado: “muy lindo el país, pero la gente da pena, no regresaré más”.

Y es que, a pesar de que el castrismo ha atraído a toda la morralla universal, hay decoro en el mundo, y hay turistas que regresan con el alma en los pies. Porque además, aunque los cubanos crean que los turistas son “bobos”, realmente son hombres libres, que a diferencia de ellos, pueden desde una condición de simple trabajador asalariado, viajar por el mundo, y comer para vivir, para continuar con una existencia normal, que un día fue normal para el cubano también, hace tiempo ya.

Se hace indispensable la caída del castrismo para terminar con la indignidad impuesta, para que los cubanos en libertad, puedan escoger si deciden un camino u otro, para que en libertad y sin urgencias, puedan relacionarse con quienes deberían ver en Cuba a La Perla de las Antillas, y no el burdel miserable en que a la fuerza, y sin saberlo, nos han convertido.

Libertad para Cuba!.
 

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