Generaciones de cubanos, la frustración como herencia.

Los jóvenes cubanos hoy en la Cuba del siglo XXI, viven sus rutinas sin saber, no que va a ser del futuro en términos de proyección personal, sino siquiera que van a comer mañana. Y en eso estamos hace mucho, corriendo el cada día, intentando engañar a la Diosa Fortuna, sin saber que ya ella dictaminó nuestra suerte en 1959: Vagarán frustrados hasta el último de sus días. Porque la frustración en Cuba es algo generacional.

Fueron muchos aunque no todos, los que pusieron sus honradas esperanzas en la llegada de los barbudos, trabajadores y comerciantes que incluso, compraron “bonos” para colaborar, porque aquello prometía. Y aunque nunca se lo imaginaron, después de toda una vida de trabajo, construyendo desde la honestidad y las privaciones, un futuro que legarle a sus hijos, panaderías, carnicerías, bazares, talleres de mecánica, fincas, concesionarios… , la lista es tan larga como la creatividad del cubano, que por aquel entonces emulaba con sus hermanos Iberoamericanos. Pero llegó el castrismo, y esta generación pudo ver, a golpe de intervención, y cambio de moneda, como se esfumaron sus esperanzas de un futuro mejor.

Pero el monstruo era insaciable, y ahí estaban sus hijos, nuestros padres. A estos los encontró con la arrogancia de la juventud y fue más fácil. Se les dijo que dejasen la casa paterna para irse a La Habana a estudiar, o más lejos; así,  las tradiciones, los valores familiares y costumbres heredables, quedarían atrás y serian sustituidas por un solo valor: amarás a la revolución por encima de todas las cosas. De ahí vino la banalización del concepto de familia y con ello los hijos desatendidos; una promiscuidad animada y justificada en el aborto como método anticonceptivo que pervertiría el concepto y valor de la vida humana; todo esto era relativamente aceptable, al fin y al cabo se estaban dejando el alma, para construir el “mundo nuevo”. Años después, a ellos les tocaría ver a sus hijos irse en balsas, el dólar despenalizado, al otrora enemigo llegar en aviones, y a creyentes militando en el Club donde nunca esperaron ver llegar a Dios. Y desde su circunstancia, el proyecto por el que abdicaron, por el que traicionaron, por el que destruyeron, por el que abandonaron, se volvería a esfumar, otra vez.

Y llegó a nosotros, los nacidos dentro del régimen, los adoctrinados desde la cuna,  esos que fuimos confiados al sistema, para ser formados entre clases de Marxismo Leninismo y canción protesta al estilo aquel de -Qué culpa tiene el tomate, de estar maduro en la mata…- ; ya no sería necesario mucho esfuerzo, fuimos creados a su imagen y semejanza, crecimos mintiendo, con una doble moral que nos permitió dar vivas a la vez que robábamos cuanto recurso pudimos contrabandear; que marchábamos a la vez que construíamos balsas para emigrar; que le seguíamos el juego al régimen,  con la misma energía con que  buscábamos una causa política que nos apadrinara para encontrar una Visa USA. Y así, entre los que no se fueron porque vendieron su alma, los que no pudieron, y los que nos fuimos por cuanta rendija pudimos asomar la nariz, hoy sabemos, tantos unos como otros y por razones hasta opuestas, que continuamos frustrados.

Son esos jóvenes de hoy los llamados a cortar la maldición, de lo contrario seguirá esa herencia maldita que un día nos fue impuesta por la buena fe de nuestros abuelos, y que hoy continúa por nuestra desidia.
 

 

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