De Cuba, sus gentes, y sus urgencias.

La mejor medicina frente a una tiranía es el ejemplo de quienes la desoyen, la integridad de quienes la denuncian, la valentía de quienes la enfrentan. Cuentan que cuando algunos de los reyes o gobernantes de las Ciudades Estado de la antigua Grecia tenían problemas, y clamaban a Esparta, se les enviaba a un espartano. No en vano, Jerjes al derrotarlos en Las Termópilas, tomó el cuerpo de Leónidas  furioso, ordenó que se cortase la cabeza al cadáver, y que su cuerpo fuese crucificado, para escarnio, y más que eso, por miedo al ejemplo.

Así ocurrió con Agramonte, aquel que con solo 35 hombres había sido capaz de rescatar a un amigo del poder de una columna de 300. Hombre culto a la vez que valiente, había renunciado a los placeres de su prometedora carrera de abogado; y renunciando al calor de la lumbre de su hogar y a su Amalia, se lanzó al monte. Lo mataron, y el jefe de la plaza, no contento con ello, lo quemó y dispersó las cenizas de un cañonazo.

Para los tiranos no hay mayor temor que el miedo a los hombres que defienden los principios sobre todas las cosas, quienes mostrando un camino, pueden despertar a quienes la falta de valor o el apego a una mundanidad acomodaticia, no le permiten moverse desde su propia inercia, porque en cada hombre habita el bien y el decoro, pero pasa que muchas veces necesitan que se les recuerde, o zarandee.

Ha habido tanta cobardía en la Cuba de Castro, como los miles de personas que rompieron las relaciones con los suyos por orden del régimen;  como aquella vecina que llegado el Mariel, le clamaba a quien había sido su vecino de años, y que tenía hijos con problemas de salud, desearles que se les quedasen “cojos”; o aquel profesor que por referirse al juicio del General Ochoa como una injusticia, fue delatado por su convecino, y expulsado con toda su sapiencia de la Universidad; o aquellos que enfilaron los chorros de agua sobre unos niños, muertos en un remolcador. No quiero seguir, la lista sería tan dolorosa como interminable.

Pero no es solo historia, hoy la cobardía se mantiene, en esos periodistas que a sabiendas, tergiversan, y falsean la información que publican; en los que a sabiendas de que no están de acuerdo, dicen sí a la llamada de una militancia bochornosa; en los artistas que teniendo los privilegios de salir al exterior, a disfrutar de las bondades  y las ventajas del mundo libre, siguen defendiendo el sistema que arruina, y ahoga a sus conciudadanos;  en la asistencia a las marchas que hoy se llevan a cabo por la muerte del sátrapa, y a la defensa encendida que hoy hacen de ello en las redes sociales, los mismos que mañana clamarán remesas a sus familiares en USA para recargar sus teléfonos. No quiero seguir, es igualmente doloroso.
Eso explica la feroz represión a la disidencia en Cuba. Saben que la pervivencia de su inmundo proyecto depende de acallar las voces dignas dentro de Cuba, saben que la libertad es un derecho natural del hombre, y que si aflorase ese instinto de búsqueda, su régimen caería como lo que es, un oprobioso castillo de naipes sostenido no por los pocos e interesados, y comprometidos partidarios, sino por el miedo de los inconscientes, por la frivolidad de los cobardes.

Hoy, todos los que aquí y allá, buscamos la caída del neo comunismo castrista en Cuba, debemos hablar a una; remolcar  a una; reclamar a una; sufrir a una; sacudir a una,  aunar.

Si dudáis cubanos, ahí está la historia, hagamos como Agramonte, y rescatemos a Cuba.
 

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