Pescar o pescado?

El Congreso de EEUU ha aprobado partidas millonarias para promover la democracia en Cuba; y para poder emitir programas de radio, y televisión dirigidos a la isla para el próximo año.

Serán unos quince millones, más unos treinta que ha aprobado la Cámara de Representantes. Han salido declaraciones de quienes ven estas ayudas como “agua de Mayo” para sus organizaciones, y están la mar de contentos; un poco más certero aunque no tanto, ha estado un tal Marcel, de una ONG llamada Inspira América, que ha pedido no dar fondos a quienes no aboguen por cambios del régimen o actúen cual cuenta-propistas dentro de Cuba, que está bien, pero siento que se ha quedado en las ramas, de ahí esta publicación.

Tomo aire, intento pararme un momento antes de ordenar las ideas que quieren salir a la vez, para decir lo que tanto lacera mi alma; la prostitución de la causa de la libertad de Cuba.

Hemos vivido como pueblo en el proceso de fundación, y nacimiento como nación, los dolores propios de esos momentos que marcaron el rumbo de una travesía, que terminó en 1902 con el nacimiento de la última de las Repúblicas Americanas; la hermana menor había necesitado, debido al personalismo y la división de sus hijos, más tiempo del convenido; la pérdida de nuestro padre fundador resultado de este sello nuestro, por las actitudes de sus propios hermanos en armas, es el ejemplo más doloroso en términos históricos.

Pero así como hemos sido reacios a la unidad, en la misma medida hemos sido dadivosos por ganar la libertad; el desastre de La Fernandina que fue solventado de manera excelsa por la comunidad exiliada o el ejemplo de Francisco Vicente Aguilera, y los demás hacendados que pusieron sus fortunas a dispocision de la causa de la libertad, hacen que nos enorgullezcamos de nuestra historia de liberación.

No tanto podemos decir hoy, en este tiempo de mercaderes en el que los fondos de ayuda para la libertad de Cuba, se han envilecido en las manos de quienes desde hace decenios, vienen a través de organizaciones más o menos renombradas a ojos de la opinión pública, haciendo negocios con el dolor de los cubanos, emulando en esto a los castristas, que han hecho lo mismo, pero del otro lado del charco.

No apunta este artículo, a los fondos que han manejado las diferentes administraciones norteamericanas para construir su programa como país, y desde instituciones al servicio de su país, para promover su modelo de libertades, y democracia que tanto admiro; tampoco intentaría señalar sino para agradecer, los dineros gastados en actividades para el descrédito, y desmantelamiento del mito castrista de cara a la comunidad internacional.

Pero lo cortés no quita lo valiente; al menos para mí, que ni soy de los que están, ni estaría en esa fiesta vergonzante, de unos dólares que solo han servido para mantener dividido a un exilio, distanciados a unos grupos, y envilecidas a las conciencias de sus dirigentes; que han preferido participar en el concurso de asignación que ahonda la división, pero les permite solvencias económicas, a ver en Cuba un problema, y no una oportunidad, que es como la perciben hasta hoy.

El gran pecado de los norteamericanos, ha sido siempre el pretender que todo puede comprarse, y esto es entendible porque parte de un razonamiento, que se hunde hasta las esencias de la fundación de la nación americana; pero aunque pueda ver las buenas intenciones detrás de su razonamiento lógico, al final el resultado práctico, es que dan dineros a quienes están estorbando a conseguir de una vez, las libertades, y los derechos en Cuba.

EEUU debería condicionar los fondos asignados a las organizaciones exiliadas, ya sean de Cuba, Venezuela o Nicaragua, a una condición sine qua non: la gestión de estos fondos desde una mesa unitaria. Esto obligaría a conseguir, aunque sea de esta forma humillante, la unidad de los grupos que hoy fuera o dentro brilla por su ausencia: porque compiten todos por asistir al convite. Eso sí, los de dentro que están en la linea de batalla, se llevan la peor parte; la mejor tajada, se queda en suelo americano, en manos de “patriotas” cubano-americanos.

Por principios no señalaré a ninguno de estos patricios, ni a sus organizaciones; es algo que me enseñaron hace mucho: los trapos sucios se lavan en casa.

Eso sí, invítenme un día a una de sus fiestas, y prometo que voy a aguárselas, no por maldad, ni por rencor; por un simple acto de decencia.

Y guambán.


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