Esperando militancia.


Desde siempre fui reacio a los grupos, y aunque nada más salir a mataperrear al barrio, ya éramos una pandilla; para mí siempre era mejor una buena compañía, que andar en manada. Está en mi naturaleza, de ahí que no tener la necesidad de pertenencia, sería para mí una limitación a la hora de encajar en los grupos; pero sería una baza a favor, a la hora de resistirme a los llamados a militar.

En la Cuba que viví, todos los de mi generación han sentido la llamada a ponerse en firme. Lo hacíamos cada mañana de pantalón corto, y pañoleta blanquiazul cuando nos decían aquello de “pioneros por el comunismo….”, con tan solo siete años. Luego todo iría complicándose, para mí, para todos; recuerdo el día en que me plancharon –léase no admitido- mi candidatura a “Recomendado” con doce años; ese día entendí muchas cosas, y me liberé para siempre sin ser consciente de ello.

Porque luego vendría la UJC, a la que decliné invitación con dieciséis años alegando falta de madurez; sería la última vez que daría evasivas. Para cuando me propusieron candidato al PCC en el año 1995, ya estaba lo suficiente maduro para decirles que agradecía la invitación, pero no comulgaba con la ideología comunista. Fue una tarde en el hospitalito rural de un batey llamado Santa Marta, en Santa Cruz del Sur; no supieron que contestarme, y pasaron al siguiente candidato.

Luego llegaría una tarde de 1997 la invitación a la DSE, en una oficina del Hospital Psiquiátrico de Camagüey, entre un teniente, y un capitán "preocupados" de si se daban correctamente los electrochoques en la sala donde por entonces estaba trabajando; decliné la invitación diciéndoles que ya había estudiado para médico por opción, si hubiese querido estar en esos menesteres, hubiese sido policía.

Aún estando bajo una tiranía, siempre me consideré un hombre libre, desde la libertad entendida como estado mental; una de las motivaciones para abandonar Cuba, sería la llegada al mundo de mi hija; cuando la vi recitar los nombre de los espías presos en EEUU por primera vez, supe que la elección era acertada. Me recordó a mi primo que en tiempos del Mariel, llegaría a EEUU con unos diez años; cuando le tocó el primer día de colegio, se plantó a gritos porque no podía acudir a su escuela del Dade County sin la pañoleta roja.

Hoy tampoco milito, no necesito un grupo para saber que quiero, ni hacia donde he de encaminar los pasos del camino que busco insistentemente. Porque la causa que ansío no necesita más credenciales, que un nombre de pueblo; ni más ideología, que escuchar el himno de Perucho o ver la bandera de Narciso, -aunque sea pixelada-, y erizarse.

Y aquí estoy, esperando en esta encrucijada que lleguen de todos los caminos los militantes de aquí, y de allá; no me importarán sus siglas o su credo político, ni su concepción filosófica de la vida, mientras traigan en su corazón las ganas de una Cuba libre que va a permitirnos comulgar, y prevalecer.

Entonces, por primera vez en mi vida militaré; no un partido, sino una causa común, que espera para vencer, solamente por el despertar de los que dispersos entre siglas, y proyectos hoy, no renuncian a militar, equivocando los tiempos. Porque no se trata de pertenecer, sino de liberar.

Y luego cuando Cuba sea libre, entonces, háblenme de militancias.



Comentarios

Entradas populares