La silla maldita.
Él dice-presidente Díaz Canel en twitter tiene la manía de
reproducir un hashtag que dice #somoscontinuidad. Alude esto a que él pretende
ser lo mismo que el occiso en jefe en cuanto a las ideas con relación a cómo
manejar la política y el desgobierno de Cuba.
No es de extrañar, y aunque algún que otro de esos amigos
cibernéticos que tengo lo tildó del Gorbachev caribeño, lo cierto es que este
al menos hasta hoy está dando muestras de que es un fiel castrista en eso de
reprimir, y mentir como un bellaco. Pero qué podíamos esperar, si detrás tiene al
hermano castro II, aquél que cuando le dijeron que ni un fusilado más…, ahorcaba.
El marrón de Díaz Canel que es como yo titularía el momento
de este discípulo castrista, no lo querría nadie con dos dedos de frente ni
regalado. Solo hay que repasar un poco la historia para darse cuenta que el
asiento donde posa el culo este señor, es en realidad una caja de TNT con la
mecha en el despacho de los castro; no es que quiera decir que esto de estar “oficialmente”
por encima de un castro sea peligroso, es que es peligroso. Y si no me creéis,
repasemos la historia.
Desde casi el minuto uno castro el occiso comienza sus
tejemanejes para consolidar el poder; quién no recuerda aquella frase de “¿voy
bien Camilo?”. Nueve meses después aquél al que le correspondía el cargo de
Jefe del Ejército “desaparecía” en un avión insumergible al que media Cuba buscaba
hasta debajo de las piedras; y al que su amigo, otro Comandante de apellido
Matos no podría advertirle del fatal vuelo porque una semana antes había sido
encerrado para los siguientes veinte años.
Pero no fue solo esto. Para antes de que se terminase el año
59 ya se había encargado de Urrutia, aquél Catedrático que había peleado contra
Machado y Batista, y que había regresado de un exilio en Venezuela para
presidir el gobierno de transición solo duró 7 meses. A su lado, el Primer
Ministro José Miró,- aquél al que Robert Kennedy presionó para que no
renunciara pero que evitó comprometerse con Cuba; él que prefirió callar y
permitir el escarnio que darle “municiones al castrismo” porque sencillamente
era un hombre honesto que creía en que la idea de Patria era una idea
religiosa-, renuncia a su cargo que ocuparía el mojón en jefe no sin antes
asegurarse mediante la modificación del artículo 146, que el poder quedase en
manos suyas dejando a Dorticós de muñeco de feria, que aguantaría hasta 1976
cuando castro I hizo la jugada constitucional que lo dejó fuera. Este fue el único
que llegaría “a viejo” cerca de castro; aunque maldiciéndolo por la deriva antidemocrática,
y pegándose un tiro para evitar un funeral de estado.
Luego vendrían muchos más, de aquí y de allá. Casi siempre
opositores, que previamente habían sido colaboradores en su robolución. De los
recordados por todos están frescos en nuestras memorias Ochoa, y los hermanos
de la Guardia; testaferros castristas que se encargaron de buscarles dinero
allí donde lo hubiese, y que su único error no fue traficar con drogas o
comprar marfiles en África porque para eso estaban comisionados; su error fue
creerse por encima de sus mentores.
Y ahora llega a la silla maldita Díaz Canel. Como no va a
decir que es continuidad, si me imagino que estará mirando por el retrovisor a
castro II en el asiento de atrás que lo observa con esos ojos fríos sin alma,
que son la causa de que diga todas estas memeces continuistas.
Cuba no debe esperar nada de estas hienas porque visto lo
visto, a estos lo único que les interesa es el juego de la silla; esa silla
maldita desde hace decenios por tanto dolor infringido, y sangre derramada, que
aunque hoy no esté ocupada por un castro, sigue sin ser la solución a tus
dolores…., y los míos.
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