Atracción fatal.


Me ha pedido amistad en redes un cubano, y claro lo primero que ves cuando alguien te pide contacto es su foto de perfil. Debido a que estoy arribando a la media rueda, y aunque delante de mi mujer me pavonee de no necesitar gafas como ella, la verdad es que empiezo a necesitar a veces enfocar ciertas letras; pero esto me pasa solo con letras muy pequeñas, con el resto voy tirando. De ahí que cuando en mi teléfono ví la foto en formato pequeño, me pareció ver algo sospechoso nada más mirarla, algo así como una especie de cagarruta gigante. Cuando abrí el perfil confirmé mis sospechas, pues el susodicho candidato a amigo estaba plantado en firme por delante de la tumba del occiso en jefe; que para mí artísticamente hablando, me evoca a la gran plasta de un Brontosaurio. Toda una alegoría, si escuadriñamos la vida del personaje que la guarda dentro.

Hay mucha gente fanática en este mundo. Más hoy esta posmodernidad que nos asfixia; en un mundo donde por cada uno de los muchos que buscan su minuto de fama, hay muchísimos más dispuestos a hacerlos famosos. De ahí que hoy puedas encontrar lo mismo a una pareja casándose mientras van en caía libre, y fiando su vida a un trozo de tela; practicantes suicidas del balconing o fanáticos de la conversión de cocodrilos, y tiburones blancos al humanismo.

Detrás del fanatismo siempre está la carencia. En el caso que me ocupa, y debido a haber sido parte de una sociedad a la que conozco, y a la que le amputaron su capacidad de pensar, me atrevo a decir que la dependencia también. Y es que el castrista por opción, no existe; si tenemos en cuenta que quitando a los enchufados a la teta, los militares, y los acomodados que no quieren que se les quite la comodidad, los “castristas” que quedan, son intelectual y humanamente hablando o dependientes o carentes de conciencia. Y es que no se puede teniendo dos dedos de frente, abrazar con conciencia un despropósito como ese, “porque sí”.

Y claro ahora relacionándolo con el aspirante y orgulloso amigo de Facebook que se ha retratado junto a su ídolo; castro I, al que solo podían acercársele los perros de presa que lo cuidaban o muy de vez en cuando, de manera controlada los pocos que en actos determinados, y muy controlados “agraciados” a los que les permitían o bien cruzar un gracias o bien estrecharle fugazmente una mano, que mi mujer descubriría en una de esas ocasiones, y que describiría como seda al tacto. Claro, como no iba a tener las manos sedosas un esclavista que con millones de esclavos a su disposición, podía permitirse el dejar que chicas de 16 años cargasen los ladrillos por él.

Hoy el mojón en jefe está encerrado en una cagarruta fosilisada, que le permite a este paisano mío acercársele hasta la barandilla. Hoy, son miles de cubanos los que visitan la tumba del innombrable que el desgobierno con su ejército de anestesistas de los medios, venden como una muestra de respeto que el pueblo va a ofrecerle. Yo honestamente creo que no; creo que la gran mayoría de los que van, solo van a asegurarse de que está “muerto y enterrao”; y muy probablemente dentro de sí mismos, por detrás de esa careta que un día se pusieron para sobrevivirlo dirán: que te jodan!

Así que pensándolo bien voy a aceptar a este amigo. Porque hoy, muchos cubanos necesitan de referencias que les ayuden en su ignorante y dependiente esclavitud, a liberarse del emponzoñamiento que decenios de castrismo ha provocado, en una humanidad hoy castrada en su natural predisposición a la búsqueda de la libertad, y el decoro.

Y guambán.



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