Atacar a la intendencia.


Cuando Hitler se propuso invadir la Rusia de Stalin cometió un pequeño error que le costaría no solo la derrota de su campaña sino de su proyecto nacionalsocialista imperial. Ya le había pasado a Napoleón antes; y es que Rusia era, y sigue siendo muy grande. A estos estrategas brillantes en sus demenciales proyectos expansionistas, se les pasó por alto garantizar algo fundamental para ganar batallas: los suministros.

Esa parte de la gestión de un ejército se conoce como intendencia, y se ocupa básicamente de dos aspectos fundamentales de la vida del soldado: la comida y la paga. Pero la intendencia no solo aplica al ejército, sino que en la vida civil también es importante ya bien sea para desarrollo económico o la supervivencia política de un sistema; como por ejemplo a la que hace referencia este post de hoy: la intendencia castrista.

No voy a perderme en el contexto histórico en que nació el comunismo castrista, y las consecuencias de la metedura de pata del occiso en jefe cuando renunció a su socio preferente para aliarse con el enemigo jurado de este; que además, intentaría ponerle unos misiles nucleares a 90 millas, máxime cuando el consejero en materia de seguridad del Presidente Kennedy tenía la opinión de que castro era un suicida. No fue consciente en verdad cuán poco le importaba a castro la seguridad del cubano, porque entonces ellos creían que las ojivas nucleares todavía no habían llegado mientras que en realidad, ya tenía aquel iluminado más de un centenar de esa carga de muerte almacenadas en Cuba.

Hoy, resultado de aquellas tropelías esquizoides de los castros, todavía dura el embargo comercial y financiero; aunque más financiero que comercial, ya que las importaciones de comida desde EEUU son cada vez mayores en términos porcentuales. Debido a la gran labor de destrucción de un país agrícola eficiente, que no solo abastecía todo el mercado interno sino que le quedaba fuelle para exportar; hoy después de sesenta años de desgobierno castromafioso, Cuba importa el 80% de la comida que se consume en el país: un éxito total.

El despropósito comunista si hoy pervive, es porque el castrismo se ha dedicado sistemáticamente desde el trauma que vivió cuando le retiraron el falo soviético que tenían insertado para mantenerse en pie, a buscar recursos sin importar volúmenes. Ha rapiñado aquí y allá, para traerse a las exiguas arcas cubanas cualquier cosa que les sirva a su sostenimiento. Tienen su as de copas en Maduro, aunque todos saben que es cuestión de tiempo que caiga; y como Muamar el Gadafi ya pasó a mejor vida, los castromafiosos saben que si cae Maduro nadie les pondrá otra salchicha de esas proporciones…, “gratis”.

De ahí su plan, que es tumbar la parte del embargo que aún es eficiente: la financiera. Si cae Maduro, Díaz Canel y todo tirimbundache saben que lo único que puede mantenerlos en pie, sería la obtención de créditos americanos y de bancos regionales que tienen en el Departamento del Tesoro su regulador. Es por eso que cada tres palabras que pronuncia cualquiera de ellos, el “bloqueo” aparece en medio; y es que están como Göbbels, que decía aquello de una mentira repetida se convierte en verdad.

Lo que pasa es que estos fans de los totalitarismos no entienden que en EEUU, ya hace mucho, mucho antes que los castro y que su admirado alemán, existió un señor, un padre de la patria que les enseñó a los norteamericanos que se puede engañar incluso a todos algún tiempo… pero no a todos todo el tiempo.

Y además, en américa saben que estos son hijos putativos de aquél que se negó a pagar las deudas, y animó a medio mundo a seguirlo; menos mal que nadie le hizo caso que si no, se hubiese cumplido su sueño; el que acarició una noche de verano miéntras contemplaba los misiles nucleares que no hubiesen hecho falta; porque igualmente si se hubiesen negado todos los deudores a pagar, nos hubiese pasado como a Matías Pérez, que se fue a volina.

De todo esto nace mi convencimiento que la partida definitiva, la batalla final contra el castrocomunismo de Díaz Canel y su castromafia, hay que darla en la intendencia.

Y guambán.



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