El valor de la discreción.

La discreción es esencial como valor a la hora de emprender en muchas, y diferentes esferas de nuestra cotidianidad. Para nuestra desgracia como isleños esto a veces más que una virtud se torna en defecto por lo acentuado de nuestra discreción en muchas ocasiones cuando la misma no se corresponde con el tema en cuestión porque forma parte de nuestras rutinas cotidianas o porque realmente no sería necesario tanto secretismo; pero en fin, ahí estamos muchos de los pueblos desde los vikingos hasta los caribeños llenos de supersticiones, ojos espantadores de malfarios, y cuentas de todos los colores que nos recuerdan que más que discretos somos desconfiados, y he ahí el problema.

Recuerdo la historia familiar de mi tío que con pocos años le avisaron que al almuerzo estaban invitados unos americanos amigos de mi abuelo, él que nunca parece se había asomado a ver como preparaban sus alimentos, ese día le dio por pasar por la cocina llamando su atención unos pollos desplumados que la cocinera de la casa estaba preparando. Al verlos, salió disparado a la sala, y plantándose delante de la visita les dijo con ojos de inocencia asombrada: milicano milicano, hoy vamo a comer pollooo. Imagino que mi madre conociendo mi naturaleza confiada, y curiosa sobre las cosas me entrenó para controlarme con la mirada cuando necesitaba pararme en seco; como el día que matamos un cerdo de engorde que revolvió a toda la manzana, y allí estaba la chivata del barrio en la sala de mi casa preguntándole a mi madre: ¿mataron un puerquito?

Abrí la boca grande y dije metiéndome en la conversación: ¡puerquito!... miré a mi madre que me soltó su mirada paralizante y terminé mi explicación; puerquito, puerquito.

Porque la discreción bien entendida o aplicada es beneficiosa; pero si le añadimos demasiado entusiasmo se vuelve perjudicial.

Es lo que nos ha pasado con nuestra estrategia frente al castrismo. Decía Martí que hay cosas que han de andar ocultas, y es cierto; pero ya lo dijo el Maestro "algunas cosas", no todas. Por eso valdría la pena a los grupos opositores si quieren caminar hacia esa Cuba libre que desean, vayan desintoxicándose de malos pensamientos frente al otro, de tanta reticencia a compartir, a confrontar; porque en la base de esto radica un exceso de discreción que daña más que alivia, los dolores de Cuba.

Más allá de estrategias puntuales sobre acciones a emprender, el plan no necesita de tanta discreción porque están ya todas las cartas bocarriba; las del castrismo con su descarada apuesta por la continuación, y nuestra determinación a echarlos excluyéndolos del proyecto de la nueva república que nacerá con todos, y para el bien de todos.

Guarden sus ojos de Santa Lucia, las lenguas con cuchillos, y todo lo que suponga predisponerte frente a tu hermano que aunque piensa diferente, necesita encontrar un camino común para poder apoyarse en tú hombro, para poder llegar al final del trayecto que se antoja tan doloroso, que sería mejor una carga compartida para no desfallecer antes de la meta.

¡Unidad, libertad!

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