Cubano
¿Quién eres tú?, mestizo que hoy de tanto esconderte has encogido,
como pasa en las plantas cuando
ausentan la luz, acaso no sabes que tus hilos
se mueven desde siglos, que tu estirpe
no viene de hombres grises que doblan la cerviz
sino bizarros blancos que caen como las
palmas con el sol en la cara,
de negros domandores de llanuras que a ruidos
de machetes enervan y desarman
enfrentando al destino, sabiendo que su
premio será soltar amarras;
entonces, ¿cómo es que no sientes esa
sangre que empina y en tus venas clama?
Tu génesis remonta, a tiempos de una enferma codicia por tierras fulgurantes
que brutos ojeadores de metales ignoran , extraviados en un tiempo de abismos,
de taínos quemados por ceguera; de
unas indias distintas que esperaban pacientes
donde el sol y el habano que eran su
potosí no serían suficiente; ni un maíz amarillo
ni batos, manatíes mansos como su
gente que agoniza frente a espadas y petos
el mal filtrado en el edén, Las Casas de masacres espantado,
el mal filtrado en el edén, Las Casas de masacres espantado,
perros enmudecidos no por casta, sino
por el horror del desencuentro obligado.
Mansedumbre del genoma borrada, que te
empeñas en certificar,
¿no sientes el ardor en tus venas, que
tu ascendencia negra reclama?
la indecencia de señores de ingenios,
parió una mitad que alumbraría la casa;
un cuerpo de titan insensible a la
muerte, busca continuación desesperada,
y solo livideces, donde antes fue
rubor, y brazos vigorosos a golpes de tambor;
hoy la ausencia de savia te viene de
renuncias a hurgar en la sustancia,
y olvidar que ese monte, aun clama al
cimarrón.
Has probado otros nidos, abrumado por
ansias que buscaste a propósito
intentando medrar cual urraca,
olvidaste que a tú terco pico de carpintero
lo esperaban las palmas para que con
esfuerzo perforases su vientre
y encontrases tu premio, un hogar de
raíces ganado con esmero
pero tu decidiste otros cielos de tonos agrisados, con arboles en parques de cemento
que si bien te darían cobijo, no ha
parado nunca de agitarte el viento;
y se extraña el canturreo del penacho
o el sabor de un palmiche diferente.
Te llegaría el asueto, pero tu no lo
viste intentando esquivar lo irrenunciable,
el no asumir derechos que estaban
conectados con la sangre de ancestros,
inmerso en tu indolencia levantaste la
mano sin levantar cabeza,
y sellaste tu rumbo, hacia un destino
incierto del que aun no reniegas
ahondando en el bochorno de Guáimaro,
Playitas; tal es tu pereza
que los muertos que escuchan en sus
tumbas sin tiempo
pretenden levantarse otra vez, que está en juego una estrella del firmamento.
Hasta donde llegarás con esta danza
obscena de cuerpos sin gracia
de movimientos torpes, y risas inconclusas que el miedo coarta;
cuando te asolaran de libertad
huracanes que remuevan las gavias
hasta resquebrajarlas, para que las
reemplaces por otras más altas
que te permitan zarpes, dejando atrás
dolores; y una vida de rabia
que nunca volverá, porque habremos
llegado para nunca perder,
a ese sol fulgurante, que alumbre
libertades en tierra consagrada.
¿Quién eres tú? ahora que ha madurado dentro la luz de la esperanza
permite que te diga; eres Hatuey, y
Carlos los de pira y campanas
e Ignacio el de alma descarnada
esparcido en cenizas por terror a su talla,
y José el de la pluma, que libera a
los pueblos sin disparar metralla;
ahora que ya lo sabes, en estos días que
esperas auroras liberadas
que acaricien por siempre a tu mar
antillano; es preciso,
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