Un par de apuntes.

Solemos mirar a los grandes hombres de la historia, y creernos que no tuvieron sus días grises, sus miserias que siempre agradeceremos por el hecho de que nos recuerdan que si bien han sido unos privilegiados con acceso al Olimpo, este ha sido solo en condición de visitantes pues en una medida se igualan a nosotros: su humanidad; del mundo antiguo siempre me llamó la atención como un gran Rey como Príamo, que mantuvo a los griegos en raya construyendo una ciudad a prueba de conquistas pudo ocurrirsele meter un caballo de madera lento y pesado cuando lo más inteligente era haberlo quemado en la misma playa ofreciéndoselo a Poseidón en sus dominios; Cristobal Colón, el Almirante en su ultimo viaje para comer tuvo que engañar a los indígenas con un eclipse para pasarse por divino, y así conseguir el alimento para no morirse de hambre, y esta ruindad la haría alguien que había realizado una proeza increíble: cruzar el océano atlántico en unas cascaras de nueces sin GPS ni parte del tiempo y no una, sino cinco veces; el gran filosofo Emmanuel Kant, el autor de Critica de la Razón Pura, y máximo exponente del criticismo dijo en cierta ocasión que los negros "son tan parlanchines que hay que dispersarlos a bastonazos"; más cerca en la historia tenemos a Einstein que afirmaría que nunca se obtendría energía del átomo; y es que en el errar, en darle uso al libre arbitrio está contenida nuestra naturaleza con sus dos caras; la salvación o la perdición.


Nadie escapa de ello, puedes ser el más excelso hombre por todos admirado o un simple mortal desconocido hasta para los tuyos, y terminara afectándote igual que a todos. Por ello, siempre que veas a una persona libre quejarse de su vida, hemos de recordarle siempre que en la elección está lo que seras; como dice el refrán: el el pecado llevarás la penitencia.

De ahí que ser una buena persona e ir por la vida sin hacer ni desearle daño a nadie, haya sido mi meta siempre, el premio vendrá antes o después pero os puedo asegurar que vendrá; se trata de ser crédulo que no es lo mismo que ingenuo aunque hay veces que un poco de ingenuidad no vendría mal. Esto me hace recordar una vez que siendo un adolescente llegué a mi casa, y me encuentro una carta que el cartero había dejado por debajo de la puerta, al abrirla había un relato sobre cierta fortuna que me llegaría si yo reenviaba aquella dichosa cadena - entonces no sabía que era aquello-, y para convencerme me ponía el caso del ingeniero Pérez, y el arquitecto López que sus dineros se habían convertido en sal; yo que tenía unos ahorrillos en mi cartilla de banco de mis cambalaches ancestrales, me preparaba para responder las exigencias si no hubiera sido por las risas que mi madre echaría al verme la cara de asustado; y es que no hay nada más hermoso que la inocencia que inversamente proporcional a la edad, nos abandona más pronto de lo que debería.


Hoy los cubanos dentro, amargados por una rutina de dolores, por una supervivencia miserable y dependiente que los hace enfrentarse continuamente, han de recuperar el concepto de buenas personas que nos hizo tan grandes que una vez acabada la guerra con España, los españoles siguieron en Cuba como si nunca nos hubiéramos enfrentado; porque el cubano siempre fue por encima de todas las cosas, una raza de gentes campechanas, y  de buenas personas a las que en un momento de su historia como nación, les tocó decidir; y eligieron mal, no entendimos entonces la importancia del libre arbitrio, y como los judíos frente a la elección de adorar al becerro de oro, está todavía pagando una cuarta generación hoy, la ligereza de nuestros abuelos aquel infausto día en que su elección, nos hizo perder nuestra alegría, nuestras buenas maneras, nuestra ingenuidad, nuestra identidad.


A por la recuperación de nuestra cubanía, que vendrá si aprendemos a mirarnos sin resquemores, a tratarnos con respeto y buenas maneras; a mirarnos sin ver peligro en nuestro prójimo sea cual sea su orientación, actuación o pensamiento con relación al nuestro; porque en la hermandad construida desde la educación, y el respeto a la diversidad, está la receta de pueblos felices y prósperos.


Acabemos de una vez de dejar el rebuzno, y riamos con boca ancha, y conciencia plena, recuperemos esencias perdidas en el tiempo teniendo siempre presente que lo primero es lo primero; y eso se llama libertad; porque si no, tendríamos que recordar a aquel cubano relloyo y decir: Qué ría el que tenga ganas!














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