La mia vita.


Marcado estaba en Junio de rojo el calendario la jornada catorce,
obligado a salir me plantaría renuente a asistir a la fiesta de la bestia argentina,
hubiese resistido convencido que injusta concordancia no era de recibo;
pero aromas de Oriente me mostraron a Antonio, abdiqué sin dudar de mi protesta
enterado del nombre que burló pretensiones de un loco emparentado
que quiso recibirme como Ernesto, pero que la intuición de una madre obstinada
transformaría sabiamente en José Alberto.

Esta aversión al púrpura me viene por canciones de cuna disonantes
que dañaron mis tímpanos, me ingenié una coraza frente a peones unidos
que intentarían violar con hoces y martillos a una blanca simiente;
estaciónes de zafras desquiciadas, vítores de de-mentes anulados por miedo,
donde todo es afín; luego habrá quien se queje de los efectos,
pero si no embestiste, si te confabulaste, ahora no vengas con lloros de otros tiempos
que debiste evitar, abjurando frente al signo del averno que sellaba tú frente inocente.

Enero implacable barrió toda esperanza a simples de la patria,
que nadie está a recaudo cuando las hienas cazan;
a mí me alcanzarían varias rachas intentando sin éxito desgajarme los huesos;
solo lo evité a medias, que de haberlo logrado como hubiese querido
enclaustrando ese tiempo perfecto protegido en amor por los míos,
aún seguiría galopando charcas y maniguales por los siglos;
pero sigo aquí; ellos ya ni están, ni tienen que sufrir este tiempo de hastío.

Requiere un par de huevos el vivir para la buena gente sin medio ni remedio,
y se adquieren a fuerza;  infracción obligada e inconclusa
porque luego un exilio ha forzado otro par sin que puedas rehuirlo;
y el premio no lo es tal es condena, que el oro pesa más, bien lo sabe el pirado
al que nunca le sacia un sol edulcorado o mieles de otras tierras;
apetitos eternos, pues no pueden hartarse las almas fuera del paraíso
y creerse felices de burlar al infierno, es solo un espejismo.

 Ya van casi dos décadas de deambular constante, de una alarma perpetua
Gardel alucinando con eso de que es nada: estás loco tenor?, sabes tú lo que es ansias?,
buscarle acomodos a una vida que no encuentra su sitio entre esta tierra extraña
donde el agua es constante, pero los asideros no llegan a esta raíz sin anclas;
que no es igual el barro, y las ganas de palmas no la suplen las arcas;
y a los amigos muertos?, quien dice que comer sea razón suficiente para escapar
cuando por regresar darías todo, sabiendo que donde viste salida era solo una trampa.

 Regresaré, quién sabe?; acaso consultar el oráculo despeje tal incógnita
cuando ya sé que pierdo por solo el simple hecho de haberlo cuestionado;
la savia que me nutre si me ha durado tanto, es solo por los sueños que la han alimentado 
en contumaz pelea contra mí mismo, rehusando acomodos y cantos de sirenas 
o gélidos océanos de altos acantilados con playas de guijarros cuando tengo al caribe,
con su cálida brisa, con sus tardes de sol, con su gente que es mía,
y ese verde turquesa al borde de la arena reclamando que vuelva a su lado.

 Ya veremos dice el ciego que espera optimista e inocente,
y confía en recobrar la vista que ha perdido algún día por necio, que más da;
me temo que esperar no es algo positivo si quiero regresar al calor de mi barrio,
al banco del vecino donde nos perdíamos en estériles charlas de lo que hubiese a mano;
así que a trabajar, a seguir navegando con fuerzas, y remad que si tengo que andar
de aquí para otro lado, acepto mi odisea siempre que tenga en mente,
que la meta es mi Ítaca, la del mar antillano.



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