Deudas.

Apurar que vienen reclamando los demonios un pasado pendiente
blandiendo sus angustias de ocasión con quejido espectral,
huesos carcomidos crepitando en calaveras trasnochadas
domadores de tormentas no saldadas en tiempos de risas
que ni te han dado ni quitarán lo que en su día vilmente ignorabas.

Ya lo decían las almas ensordecidas por el juego de la ouija,
"mearás fuego arrastrando a tu ego como lava en la cuesta
castrado en lodazal lanzarás infecundos alaridos de cochino aterrado
velado en la ventana un paraíso indolente de tus pecados pasa
mientras sudor y sangre de cruz sin derecho a expiación te cubrirán". 

Quiero parar, volver a mis miedos no atendidos desraizar mi esencia putrefacta
quiero podar mi alma y aligerarla para que busque un cielo más azul,
no sé si el tiempo es relativo pero conviene no relativizarlo mucho con las prisas
con risas huecas de oscuras madrugadas que alientan a perderse 
logrando que al final acabes cargado de oquedades en bolsillos infértiles.

Cómo acertar a una, donde están los secretos del buen vivir seglar
como llegar sin pasarse a las mieles de un cielo predispuesto a cerrarse
equilibrio imposible en un mundo habitado por gárgolas de ignifugas gargantas
que pasan implacables amordazando esperanzas de vida infortunada
que lo eterno asusta, sea blanco o sea negro al menos para el polvo del universo.

He encontrado la luz en tus ojos y un camino armonioso presiento me aguarda
te sigo ciegamente porque tu olor me embriaga y alimentas mis ansias
caderas armoniosas rezuman, pechos que manan un maná diferente
y yo me lanzo a contracorriente, cuidado me gritan voces alejadas en la orilla
las miro y al volver a buscarte, un viento trasnochado condena mi alma para siempre.

No hay vuelta en este espeso viaje de almas ajadas y sórdido barquero
el cielo tiene un precio y el infierno no paga como para evadirse por buen comportamiento,
me despido de mi y de mis vidas quemadas cual cerillas de luz evanescente
sacrificio de tontos que no llegan al cielo porque el ojo su distrito vigila
y aunque guardes un óbolo o una cuerda nunca fue suficiente para escapar con vida.







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