Alma descarnada.

De todos los trances difíciles a los que he debido enfrentarme, el separarme de mi familia cuando marché al exilio ha sido el momento más doloroso a día de hoy, esto lo digo después de haber recorrido medio mundo en un viaje al que no le han faltado emociones; creo poder afirmar con cierta garantía lo anterior... o al menos así lo creía. No olvidaré esa madrugada infausta cuando miré a mi hija de seis años dormida en su cama, solo atiné a dejarme llevar por los demás, yo juro que no hubiese tenido fuerzas para irme de Cuba.

He reflexionado mucho sobre el drama familiar que hemos vivido los cubanos a través de esta historia de tiranía castrista. En nuestra casa fuimos pioneros, pues en 1960 los del lado de "acá", ya estábamos en minoría con relación a los del lado de "allá". Así ha sido con centenares de miles de familias; el resultado?, matrimonios malogrados, familias que perdieron sus vínculos emocionales y afectivos; y para mí el más doloroso: el drama los niños.

Creí durante mucho tiempo, que dejar atrás los hijos, era la más dura prueba que podía enfrentar un padre, influenciado por mis vivencias acuñé ese concepto hasta que hace poco, una noticia sobre los niños refugiados del terror islamista que están llegando a Europa sin familias desde hace ya demasiado tiempo, me ha motivado a reflexionar, porque han regresado tormentos que creía olvidados.

El drama de los niños separados es universal, los cubanos en 1960 con nuestro Peter Pan, en el que unos catorce mil niños fueron separados de sus padres para salvarlos del comunismo no habíamos inventado nada nuevo; ya en tiempos de la guerra civil Española, unos veinte mil niños serían separados de sus padres con el objetivo de salvarlos del fascismo; Inglaterra enviaría a medio millón de niños bajo promesa de una vida mejor a repoblar su Imperio, y apartando a huérfanos que nada tenían que perder, otros muchos padres sin recursos optaron por ese billete a la felicidad que según testimonios, fue un billete al infierno. La cuenta suma y sigue y lo peor,  no es historia; decenas de miles de niños centroamericanos buscan cada año llegar a EEUU, y terminan muchos de ellos, muertos o prostituyéndose en México por poco menos que la comida; hoy, media África se desangra enviando a niños en pateras sin protección ni custodia de nadie... la lista es extremada, y dolorosamente interminable, que la cierro con un nuevo miembro de este horrendo club; Venezuela, donde los estragos del desgobierno del burro maduro ya comienzan a desesperar.

Creo que hay un dolor mayor que la angustia de separarte de un hijo; aún cuando eso puede doblegar tus corazas, romper la armonía de tus piernas y encogerte en tu humanidad, porque el que abandona sabe que otras manos cuidarán de ellos, familia, amigos, vecinos, la buena voluntad de las gentes que hasta ese día han sido tu realidad conocida por muy dolorosa que esta sea. Pero enviar a un hijo, desprenderte de aquello que has sido llamado a proteger y amar, es como arrancarse la piel a latigazos; porque por instinto, estás enviando a lo desconocido a lo mejor y más frágil de ti, desde una fe ciega en que es lo único que puedes hacer para protegerlo, aún sabiendo que nadie podrá protegerlo como tú; esa contradicción hace que te descarnes el alma.

Un mundo justo, el mundo que soñamos los hombres y mujeres de buena voluntad, acabará con esta barbarie que hoy, un canal televisivo me ha revelado en su brutal ordinariez, y recordado que el drama de los niños separados no es una triste historia, sino una realidad lacerante, trayéndome de vuelta un dolor de quince años que creía sanado.

Porque cada padre debería sentir como suyo, el dolor de tantos padres descarnándose el alma.




Comentarios

Entradas populares