Entre Jerkyll y Hyde.

Hay en todo ser humano esa dicotomía mencionada en aquella canción de Julio Jaramillo "Te odio y te quiero"; digamos que es nuestra naturaleza algo complicada, y tanto, que se necesitó parir a un tal Sigmund para intentar entenderla, y aun así hoy, a pesar de los muchos discípulos brillantes que le han precedido y ahondado en el tema, seguimos dando palos de ciego. Porque todavía solo hace falta leer la prensa, o echarle una ojeada a las redes sociales, para darse cuenta de la insondabilidad del ser humano. Y así vamos, de asombro en asombro en este mundo post moderno.

Pasan cosas en las cosas de Cuba que llaman la atención, a un lado y al otro de esa línea donde nunca debimos permitir que nos situaran; cubanos tan honestos como humanos, nos debatimos entre diablitos rojos en el oído derecho, y angelitos blancos en el izquierdo. Y pasan cosas.

Curioso ver a quienes participan dentro en proyectos o grupos, hablar de sus represiones, sus pretensiones, sus problemas, mientras le exigen al régimen represor la libertad y los derechos conculcados a todos; eso sí, pasando de puntillas por las cosas de sus hermanos que a su vez, replican la misma actitud. Como si esto del pedir sobre los dolores de Cuba, pudiese fraccionarse como quien divide una hogaza de pan para que cada cual le adicione lo que se le antoje.

En otros lados peor. Los hay que van pidiendo libertad para los cubanos y la anexión de Cuba a EEUU al mismo tiempo; otros priorizan la construcción de un país imaginario, con estructuras democráticas donde dejan lo mejor de su potencial y tiempo, en vez de priorizar las urgencias que no por crónicas son menos dolorosas. Y falta compromiso aquí y allá, mientras se vocifera acomodaticiamente; otros se atreven a demandarle a quienes están en la acera del frente, que deben decir o hacer para arreglar lo inarreglable, al menos desde esas posiciones. Y lo que es peor, la critica feroz, despiadada, fratricida; o el silencio deshonesto de unos u otros igualmente doloroso sobre cosas que no deberían callarse, vengan de quien venga.

Aunque parezca difícil porque llevamos más de medio siglo de dictadura, la solución de Cuba es simple. Pasa porque los cubanos de fuera y de dentro dejen de catalogarse, de nombrarse, de etiquetarse, y comprendan que solo hay dos líneas verdaderas, dos frentes: la dictadura como sistema y el pueblo cubano. Pasa, porque entendamos que debemos llegar a una mesa conciliadora donde se incinere en el altar de la patria, los nombres, los proyectos y las ambiciones de grupos para que alumbre el proyecto común, el que ilumine y salve a una nación que hasta hoy, permite que la dividan, que la manipulen y la condenen a vagar por el desierto.

Si es tan simple porque no lo hacen?.

Todo aquel que hable, denuncie o milite en la causa de la libertad, y busque en ello una salida a sus miserias, a su egolatría, a sus ambiciones personales, no merece llamarse disidente, opositor ni siquiera hombre libre, porque o es preso de la tiranía o de sus limitaciones.

Cuál es entonces el secreto para encontrar el camino de unidad?.

Simple, ya lo dijo Martí. Esperar de este sacrificio la ingratitud probable de los hombres, sabiendo que pocas veces da sombra el árbol, a la casa de aquel que lo siembra.

Cubanos, es urgente hasta la libertad de Cuba, que atemos de manos, pies y boca a ese diablillo, y escuchemos con atención al ángel salvador. Ya habrá tiempo en la Cuba libre para pelearnos por conceptos ideológicos, nombres o posiciones políticas. Hoy es la lucha por la libertad, y esa no tiene mas color que el de la decencia y la justicia; y no tiene más militantes que los patriotas que estén dispuestos a abrazarla.

Móntese y cabálguese hasta alumbrar una Cuba libre. Sáquense a ese Mr. Hyde.