Zombies.

Hay una familia de cubanos varados en una de esas islas caribeñas, con mas miedo que cuando vivían en Cuba; es normal, porque a la falta de pertenencia se le añade la difícil situación de estar en un limbo en el que no sabes si vas a ir hacia adelante o hacia atrás. Yo que he pasado por esa experiencia, sé cuan difícil es; te hace parecer un zombie que en su desesperación, llega hasta querer regresar al manicomio de donde ha escapado.

Luego no es esto una noticia, cubanos hay varados por medio mundo; es lo que tiene un país cuando le da por parir generaciones de alienados; así como cuando en tiempos de esclavos y cimarrones, todo aquel que no encontraba salida dentro, acababa buscándola fuera; hoy no hay nada que reprocharles a los millones de hijos que han abandonado su casa, somos humanos, y el instinto de supervivencia es más fuerte que cualquier otra categoría conocida.

Y nos hemos lanzado, a pesar de no tener ni idea de qué es o cómo funciona el mundo real con sus complejidades, y dolores, que son habituales para todos aquellos que lo padecen; pero para el cubano, imbuido por ese paternalismo deshumanizante por un lado, y una solidaridad obligada a nivel social por pura supervivencia por el otro, hacen que lo segundo que siente el cubano una vez superada la euforia de saberse libre, es miedo; un miedo terrible a un futuro de libertad para el que no lo han preparado.

Pero nuestro calvario no acaba allí. Sin riquezas que nos sustenten, nos insertamos el ultimo en esa larga fila de personas que clasifican como sociedad; y nos toca esforzarnos el triple; por sabernos capaces; por haber llegado tarde, y por una necesidad imperiosa de salir del fondo donde nos sabemos colocados.

Nuestro potencial lo tenemos demostrado, allí donde hemos llegado hemos levantado familias, negocios, ciudades. Somos buenos, y nos hemos resignado al éxito por pura necesidad humana; sabiendo que a pesar de ello, de disfrutar sentirnos libres, y saciados; nos reconocemos igualmente infelices, cada vez que tenemos que voltear los ojos a Cuba.

Y aquellos que han podido exorcizarse, ha sido gracias a ignorar su camino, su raíz; y adoptando una vez más, gracias a lecciones del pasado muy bien aprendidas otra careta, han seguido adelante solo que en esta ocasión, la careta no ha sido para engañar a los otros, sino para engañarse a ellos mismos cuando se miran al espejo cada mañana.

Los millones de cubanos tenemos tantas historias de dolor en este largo andar por tierras ajenas, que una familia más o menos en procesión no nos conmueve; sobre todo porque sabemos que en algún momento como ya hemos experimentado, terminarán esa parte de la vía dolorosa para entrar en otros dolores; en otras justas de las que solo la perseverancia, y el esfuerzo les harán justos vencedores. Y alumbraran días de asueto donde con los ánimos relajados, y los bolsillos mas o menos llenos, animados por ver correr libres a sus hijos sentirán que son merecedores del premio.

Pero entonces voltearán los ojos, y descubrirán la verdad. Que no hay felicidad cuando no esta completa la obra de la vida; cuando no se tiene raíz, cuando los recuerdos se oxidan, y se atascan; cuando ya no puedes ni soñar con los tuyos, porque no estas seguro de a donde perteneces.

Ahí te das cuenta entonces que no eres libre, eres un zombie atrapado entre dos mundos, y al que para liberarse de la ponzoña solo le queda entender su camino de vuelta.


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