Una espada en la cabeza.

Desde que en 2013 Maduro tomó entre sus viles manos el poder de Venezuela, los venezolanos han visto ya no se sabe exactamente cuantas veces inflada su cotidiana manera de sobrevivir. Normal, cuando estás padeciendo un engendro de sistema fraguado en el país de la balaika, que cedió la máster franquicia al occiso Castro hace muchos años a efectos de desarrollo regional. Recordemos que este a su vez lo pasó a Chavez que estaba llamado a ser su sucesor, pero aquel fue llamado antes de tiempo para suerte de la región que perdió un hábil encantador de serpientes; pero para desgracia de los venezolanos, que ganaron un burro al frente del proyecto. 

Así, hoy se mueren los venezolanos en hospitales o en medio de la calle; los animales se caquectizan en los zoológicos, y dentro de poco habrá que para comprar un pan, llevar el dinero en un camión de volquete.

Hace ya cinco años que está desgobernando aquel país rico pero que tiene las estadísticas más dolorosas de indices de todo tipo, y que van camino de ser incuantificables; porque están mis hermanos en medio del caos más absoluto, después que esta bestia se haya echo elegir con un 12% del censo electoral. Es una situación insostenible para todos, pero ahí siguen escuchando sus coces, y rebuznos en Miraflores gracias a la inestimable ayuda de muchos que hace tiempo han silenciado sus conciencias a base de petrodólares como es el caso de los militares del establishment; o desesperados por sobrevivir, como el caso de los castristas de La Habana.

Y todo esto pasa gracias a un concepto llamado autodeterminación por un lado; y una oposición que no ha entendido su papel en esta historia. El pueblo es el único que mantiene la esperanza viva, como siempre pasa cuando se trata de epopeyas porque estoy cansado de repetirlo; los políticos no liberan pueblos, eso es tarea de libertadores, y sus huestes.

Y si eso pasa en la 5ta reserva mundial de petroleo, con el mundo entero asistiendo desde el balcón de las naciones al dolor de Venezuela; qué será de mi Cuba cautiva sin “razones” que darle al mundo para que se duelan de nuestros "achaques" sexagenarios.

Porque romper la baraja de la autodeterminación es complicado en el juego de la política de bloques; si hoy EEUU invadiese Venezuela, mañana Rusia se terminaría de anexionar a Moldavia o algo parecido. Porque de eso va el juego de la realpolitik; hagamos nuestro juego por debajo de la mesa, influyamos si se puede pero haciendo como que deciden ellos; pero sin intervenir, que sí no me desquito con otro de los tuyos, y sabes que no podrás hacer nada después porque ya has jugado tu carta.

Solo podemos fiar nuestras cartas a la movilización de los ciudadanos bajo liderazgos auténticos que sepan que se están jugando realmente frente a la serp y el molot, reconvertidos hoy en ese engendro al que me gusta nombrar castrismo neo-comunista. Porque los lideres en Cuba o en Venezuela, la mayoría sin saberlo están emulando a Damocles cuando le pidió a Dionisio que le cediera el puesto de soberano; aquel estaba eufórico por saborear el poder hasta que alzó los ojos, y viendo la espada pendiendo de un pelo de la crin de un caballo, renunciaría entendiendo que cargar responsabilidades que conlleven una coherencia dolorosa, no resulta beneficioso ni simpático según sea el caso.

Venezuela será libre porque sus ciudadanos están confabulados a conseguirlo, solo deben apurar antes que pierdan la memoria de país, que el burro Maduro aun no ha podido robarles cambiándoles la historia; aparecerán auténticos liderazgos, y caerá la abominación en que los mantiene la marioneta del castrismo, empeñado en emular a quienes son la definición más pura, de lo que significa parasitar desde las espaldas de los pueblos.

En Cuba todavía será más difícil, no tenemos ciudadanos ni líderes que inspiren. Una verdadera calamidad teniendo en cuenta que aquí hay que educar a la vez, porque llevamos decenios de confusiones, que se han trasmitido generacionalmente por ausencia total de algo llamado conciencia social ejercida desde la libertad; y que brilla por su ausencia, desde que nuestros abuelos decidieron salir del cesto bailando al son de la flauta castrista.

Nada, que seguiremos bajo la espada de Damocles hasta que lleguen mejores días; mejores hombres.

¿Alguien se anima a reclamar el puesto?


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