De estrategas y estrategias.

He estado reflexionando en estos días de desfiles, plazas, tiranuelos de estreno, y opositores apurados por opositar; me doy cuenta que en el asunto de la falta de libertades de Cuba, el castrismo tiene un plan que va ejecutando a paso torpe si, pero lo ejecuta con una siniestra intencionalidad que desmontarlo va a requerir algo más, mucho más de lo que hasta ahora tenemos en nuestro arsenal opositor.

Y no es que no hayan recursos como para hacer una oposición decente, y efectiva dentro de Cuba, que a fin de cuentas es donde la oposición es determinante,- ya os he dicho que el exilio es soporte, ayuda, guardián de nuestros hermanos pero nunca oposición-; y es que no hay en la historia moderna de los países ex-comunistas de tiempos de la guerra fría, ninguno de los liberados, que se liberase por presión externa. Siempre han sido los pueblos movilizados en masa quienes han decidido su destino de libertad.

¿Y nosotros? Ahí están nuestros hermanos opositores haciendo lo mejor que saben en unas condiciones tan duras, que hacen que solo podamos sentir admiración por ellos; aquellos que un día decidimos marcharnos asfixiados por la tiranía conocemos bien todos los mecanismos de represión del sistema, y sabemos todo lo que sacrifican. Y a lo que se exponen ellos, y lo más doloroso, sus familias.

Pero que los admiremos no significa que no los critiquemos, al menos como en este caso en que la crítica nace desde la intención manifiesta de ayudar; crítica martiana que intenta "desvanecer el lunar con mano piadosa para que alumbre la obra bella"; esa que todos estamos deseando, y causa de nuestros desvelos.

Porque, que decirle al Dr. Biset con su proyecto Emilia que plantea soluciones efectivas para el camino de la libertad, como no sea, que su único defecto es no conseguir incinerarlo en el altar de la patria ofreciéndolo en la mesa de todos, y por el bien de todos. O a Rosa María Payá, que cual Quijote anda por el mundo deshaciendo mitos para desenmascarar al castrismo, cuya única mácula es no entender que Cuba decidirá el día que los cubanos hablen a una sin más proyecto que liberarse enfrentados a los asesinos de su padre desde la unidad, y que la maquinaria consular del desgobierno cubano solo puede silenciarse desde un exilio unido, y no con los grupos disonantes que son hoy.

Y los bravos de la UNPACU, que fieles al Oriente redentor se enfrentan sin miedo a la tiranía que los oprime, pero que desconocen que a una causa como esta solo se la sacará adelante desde el valor, y la virtud; indisolubles esencias si se quiere motivar al cubano adormilado por generaciones. De las Damas de Blanco no decir más que representan la dignidad personificada, son un referente de decencia y valor imposible de superar porque nace del amor a sus hombres cautivos, y porque nadie como una mujer, tiene la determinación para enfrentar problemas y perseverar. Su defecto es acaso, no entender que su causa es de todos los cubanos, porque si algo sabe el castrismo es producir presos; y hoy son sus maridos, mañana será su vecino que es parte de ellas también. Es por ello que su falta de integración en la causa común duele; porque las consideramos madres, y esposas de todos los cubanos.

La estrategia nuestra debería ser la unidad dentro y fuera en un proyecto común llamado Cuba. Ya he propuesto un calendario de protestas común que refleje el dolor de un país con más de sesenta años de dictadura; ese sería dentro, un paso importante de cara a una integración sin prevalencias. Porque el dolor que el castrismo les inflige no es selectivo, es compartido con independencia de siglas o proyectos; de ahí que terminar confluyendo bajo una mesa de unidad, es algo no solo de lógica formal, sino de pura sobrevivencia, y condición indispensable si queremos ganar. Fuera sería más fácil, en libertad todo es más fácil cuando hay la intención de servir; y confío que mis compatriotas del exilio estén dispuestos a ello.

Basta de personalismos, luchemos contra nosotros, y nuestros fantasmas que nos persiguen desde tiempos de Céspedes y Agramonte. Solo alumbrará el sol de la libertad cuando seamos capaces de la renuncia, de olvidar rencores o resquemores que no son propios ni dignos si queremos llamarnos hermanos. La coherencia debe ser readmitida con carácter urgente, desde la humildad de sabernos buenos, pero inútiles si no acabamos de dar el paso definitivo.

No basta con sinergias de una parte de los opositores, han de comulgar todos desde un proyecto redentor que a todos represente, y este ya tiene nombre: Cuba. Para lograrlo no deberíamos ponernos trabas a nosotros mismos porque esto significaría auto-condenarnos a nosotros, y a las generaciones que nos precederán. Aunque nos parezca difícil porque llevamos mucho tiempo haciéndonos daño, -quiero pensar sin quererlo-, es fácil de cambiar; solo se trata de aceptarnos desde el corazón, y nada más.

¡Unidad, libertad!



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