Símbolos, címbalos y congas.
Los símbolos son importantes de eso no hay dudas, desde
que el primer sapiens colgó de un árbol unas ramas entrelazadas
para espantar demonios y se dio cuenta de la influencia que tuvo en
su tribu, se comenzarían a utilizar símbolos, que con el tiempo, y
la sofisticación de los mismos llegarían a cautivarnos; por esa razón desde el comienzo,
hombres de buena fe y prestidigitadores, vieron en la realización,
interpretación, o entendimiento de los mismos, más que una afición,
un oficio.
Así, en el siglo XIX con el
surgimiento de la revolución industrial, y la masificación de una
clase obrera con derechos cuestionables, sopladores de gaitas como
Marx vieron en ellos la oportunidad de malinterpretar lo que ya Jesús
había dicho hacía casi dos milenios antes acerca del prójimo; es entonces que junto a Engels, le dan unas oportunas vueltas al tema, y se inventan la “concepción
materialista de la historia” sacándose de la manga lo que se
llamaría Materialismo Histórico. Con la llegada de la revolución
rusa, un tipejo llamado Vladimir se le ocurrió asociar el martillo
obrero con la hoz campesina, y crear el símbolo más nefasto que la
humanidad había visto, desde entonces se ha sufrido, y aún se sufre en algunas
latitudes de este mundo por causa del dichoso emblema.
Hablamos de inicios de siglo, allá por 1919 que sería cuando el serp
y el molot comenzaron a hacer de las suyas, y los asalariados del
sistema comienzan su carrera por cautivar a mentes de toda latitud y
corriente filosófica afín con aquello de “proletarios de todos
los países..”; y llegó la internacional comunista a aumentar los
decibelios, y la fiesta adquirió un tono mayor... y un tinte rojizo. La cantidad de
sangre que el Conde necesitaba se fue incrementando hasta dosis
insospechadas, entonces llegaron los Chinos con Mao, y ya supimos que
aquello se había ido de revoluciones, luego el ántrax llegaría a
todas las latitudes, África, Asia, América... Cuba.
Y entonces la Kalinka contagió a la
Conga, y los cubanos dueños de nuestra alegría individualista mente
vivida, decidimos entregarla para que nos la cambiasen por una de risa
hueca, y de factoría comunista que nos perdió, hasta el punto que hoy
no sabemos dentro ni fuera, quienes somos, de donde venimos, y lo
peor, adonde queremos ir. Eso si, cubanos al fin y al cabo,
continuamos la mascarada como si nada, dentro... y fuera.
Es hora de repasar y replantearse si
convendría a Cuba y a sus gentes, recuperar aquel escudo con el sol
antillano y la llave atravesada, porque un escudo que tiene un cielo
azul sin límites, y una palma orgullosamente empinada no es
compatible con cadenas o con entes de producción industrial sino con
hombres libres; ni con hoces, que somos de machetes, de esos que
liberan; y de claves melódicas, no de martillos ensangrentados.
Despojémonos de aquellos símbolos que
nos confunden, que nos pierden y hagamos al decir del Maestro,
...dame el yugo, oh mi madre, de manera que puesto en él de pie,
luzca en mi frente mejor la estrella que ilumina y mata.
Esa estrella si, la de Narciso, la
nuestra... a por ella.
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