Sobre estafas y zapatos.

“…Nemesia flor carbonera, creció con los pies descalzos… pero siempre tuvo el sueño de unos zapaticos blancos…”

Hace 40 años de la primera vez que recité la poesía de Naborí,  y todavía la recuerdo casi de memoria, tantas veces año tras año en la escuela Primaria íbamos con el tema que al final pasa lo que pasa. Habla de una niña humilde que sueña con un par de zapatos blancos que no puede alcanzar por su condición, esto a pesar de su buen corazón. Así estuvimos por años, entre poesías, las canciones de Tía Tata cuenta cuentos, y lanzando flores a Camilo en el lugar equivocado. Con los años descubrí un día en un periódico que Nemesia era real, aparecía una señora, ya no solo con zapatos sino toda de blanco, recuerdo que me invadió una alegría como cuando un adolecente  conoce a su ídolo musical.  Pero abandonamos la ingenuidad de la niñez porque el tiempo es implacable y te muestra  las miserias del mundo.

“…Un día llego a la ciénaga algo nuevo inesperado…era la revolución, era el sol de Fidel Castro…”

Y entendí que era justo que se hiciese una revolución popular para que una niña tuviese zapatos blancos, al fin y al cabo de eso se trataba la República de Martí, de dignidades y libertades individuales. Lo que nunca justificarían los pies de Nemesia era la traición, la división o la exclusión y la superioridad de unos sobre otros. Al fin y al cabo, en la tienda de Yahvé se entra descalzo.

Hoy, aquella niña, sigue desde su justificada e ignorante circunstancia defendiendo al oprobioso régimen,  sin saber lo que su historia junto a otras muchas, ha sustentado  lo que es Cuba hoy. Muy probablemente a su muerte le calzarán un par de zapatos blancos, pero solo en apariencia porque lo que se ha reprimido, encarcelado y exiliado en nombre de lo que ella simbolizó,  haría que se tiñesen de rojo…sangre.

No tuvo culpa, ha sido como muchos, como casi todos, chantajeada, engañada, o anulada en su condición de ser humano libre pensador. No se puede justificar en nombre de unas miserias o injusticias, otras; hoy la Cuba miserable ya no solo es La Ciénaga de Zapata y se contabilizan probablemente mucho más niños sin zapatos blancos, o lo que es peor, unos padres sin un futuro cierto para calzarlos - exceptuando los que esperan una remesa del exterior-,  y tienen además un problema mayor, la falta de derechos y libertades.

 Y eso no lo justifica un par de zapatos, porque no hay felicidad sin libertad, sin la dignidad que nace del respeto al individuo y a las minorías, aunque te apoyen muchos por las razones que sean, aunque haya que calzar a media humanidad; aquellos que ya calzan de blanco también merecen respeto, también tienen dignidad.

De ahí nuestra causa y nuestra lucha, para que todos los cubanos sin distinción de clases, filiación política o profesión religiosa tengan más que acomodos, libertad.

Y esto lo defendemos muchos, parafraseando a Naborí: Aunque la grey maliciosa nos dé tan mala fama, y tú mi pobre vecino no entiendas ni una palabra.
 
 
 
 

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