Conspiración.

Es un hecho que, desde que el mundo es mundo, no más el hombre accedió a poder gobernar a sus semejantes, nacieron con ello las conspiraciones. Las han habido en toda época y lugar. A mi mente acude la primera que descubrí; la del hombre de la máscara de hierro, o la del Cardenal Richelieu y su collar de diamantes. Menos novelescas han sido otras, y mucho más sangrientas, sobre todo la que marcaría un antes y un después en la historia de la humanidad: La del Sumo Sacerdote Caifás.

La revolución castrista es hija de la conspiración, si repasásemos la historia, - desde el "we are not comunist", pasando por los asesinatos sumarios, las desapariciones, el encarcelamiento/exilio de la tropa rebelde y el Directorio Revolucionario- veríamos el camino de traiciones y conspiraciones sobre las que se forjó ese despropósito. Luego lo certificarían el entrenamiento que sus perros de presa recibieron en los cuarteles de la KGB o sus franquicias alemanas y checas, otrora símbolos del legado Estalinista a la humanidad, y que luego replicarían al estilo virus todos estos años.


Debemos reconocer hoy, mirando la historia del último medio siglo en Cuba, desde Jrushchov hasta Obama, que en otras cosas han sido desastrosos, letales si se quiere; pero en conspirar, lo que se dice conspirar... tienen el uno.


A su vez, desde el minuto uno, también surgirían conspiraciones para derrocarlos. Allí están Girón, El Escambray, y la intentona de Cubitas como símbolos de quienes se rebelaron contra la tiranía. No sería posible, el modelo importado estaba perfeccionado por su puesta en práctica durante años en la Europa del Este, y en Cuba, el aislamiento de sus gentes representaba un marco ideal para el régimen de la hoz y el martillo.

Han pasado 58 años, estamos en el siglo XXI, el siglo de la información, de la globalización donde todo se exporta, se vende o se comparte. Desde la fabricación de una bomba, hasta la solidaridad con el África hambrienta, pasando por perros que hacen surf, o cocodrilos llorones.

En Cuba, la tiranía ha inducido en la mentalidad del cubano el concepto de la vigilancia para llevarlo inconscientemente a adoptar la conspiración como actitud central en el accionar diario de sus gentes. Así, las organizaciones opositoras, al seguirle el juego a un sistema al que no pueden emular o burlar, solamente consiguen lo que el mismo sistema quiere: aislarlos; controlando desde la infiltración de sus estructuras su actividad, y confundiéndolos en su única y verdadera misión, la creación de conciencia ciudadana.

Hoy, la lucha por las libertades y derechos en Cuba, no requiere de conspiraciones, más bien, gritos de apoyo, clamor de soporte de la causa por parte de todo hombre y mujer decente que ame las libertades como núcleo de la existencia humana. Dentro, las cartas están boca arriba, no hay nada que esconder, queremos la extinción política del castrismo y para ello solo hay que explicar a quienes no lo saben, o no quieren reconocerlo, el origen de su vida desgraciada.

Rompiendo el concepto conspirativo rompemos uno de los factores que nos impiden ser eficaces: el aislamiento social.

Somos hijos de la luz, y esta no puede esconderse. Vamos todos al vecino, al hermano, al amigo, al compañero de trabajo, a decirles: eres un esclavo, pero la libertad está en tus manos.

Tomemos caminos de luz.


 

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