Moralidad, atención urgente.

Recuerdo una escena. Año 2007, esquina de la avenida 87 con la calle ocho del southwest de Miami, un matrimonio pidiendo ayuda a los coches que circulábamos ese domingo, era algo inusual en relación al típico mendigo, estos estaban bien vestidos, que incluía traje y corbata él; y ambos, una mirada que transmitía el dolor y la urgencia de su situación. Estaban acompañados de un cartel que decía: Tenemos un hijo con cáncer, no tenemos seguro médico y precisa una operación, gracias. No sonrieron, a pesar de la generosa ayuda comparada con la clásica moneda que normalmente daba a mendigos, la madre con ojos rojos solo atinó a decir gracias, a secas.

Ha trascendido una noticia sobre un robo a plena luz del día en el Aeropuerto Internacional Jose Martí en La Habana, unos carga maletas, con total desparpajo, y sin darse cuenta debido a sus urgencias, robaron pertenencias de unos pasajeros mientras descargaban dichos equipajes.  Al margen del hecho en sí, y sin restarle la condena que merece el personal directamente implicado en este robo, es de obligada conciencia hacer un análisis de las circunstancias que rodean al hecho.

Pobre, pero honrado. Esta frase, típica de los campos de Cuba, casi patrimonio de la clase más pobre del país. Era su baza frente a su pobreza,  frente a la opulencia de otros.  Pero claro, éramos libres, teníamos la posibilidad de elegir.

Y llegó el Castro comunismo, y con él, las expropiaciones, el cambio de moneda, la centralización de los recursos, la limitación para emprender más allá de las fronteras feudo-comunales donde se encerró toda actividad económica. Y llegó la pobreza,  que por añadidura, no sería solo económica, sino moral, porque una cosa es la ética, o la estética, y otra muy distinta el estómago. Y el cubano, para no tener que reconocer, que en su cotidianidad pasaba de un ser libre e independiente, a un esclavo dependiente, comenzó, como ya lo hicieron los esclavos en tiempos de la Colonia, a llamar  las cosas, a las mismas cosas, con otros nombres.

Así, nacieron usos y costumbres nuevas. Ya el prójimo no lo sería más, ahora eran compañeros; los que no estarían de acuerdo, pasaron de ser opositores a gusanos; los niños en las escuelas ya no buscarían a Céspedes y Martí en sus referencias, ahora solo querían “ser como el Ché”. Pero hay un invento de uso lingüístico nuevo que trascendería incluso fronteras; ya no sería más robar, ahora era luchar. Y el cubano ha terminado prostituyéndose en cuerpo, alma, o conciencia; algunos de forma entusiasta, casi siempre de clases más altas, como intelectuales, o funcionarios de Ministerios; para la mayoría,  los salen cada día sabiendo que no saben, ni qué, ni como traerán el pan a la mesa, están obligados, no les queda más remedio.

Eso sí, hay solución, la que vendrá con la Cuba nueva, la Cuba libre que espera poder resanar estas y otras heridas. Porque ya hemos demostrado los más de tres millones de cubanos en el exilio, que podemos y sabemos vivir en libertad, ser útiles, ser buenos.

A por el remedio.
 

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