Decadencia castrista, a por la cura.


“De todos los Gobiernos que yo he vivido, no recuerdo otro peor”. Esta frase la escuché en muchas ocasiones, de boca de vecinos venerables, o al menos con la edad suficiente como para tenérselo en cuenta, pero claro, en aquellos primeros años donde la escuela se encargaba de manipularnos durante miles de horas al año, costaba creerlo. 

Luego con el tiempo, la adultez, y debido a actividades de supervivencia, viajé por toda Cuba, conocí a muchas personas,  y como siempre busqué el debate político, doquiera que fui, siempre la misma pregunta: ¿Ha sido este el peor gobierno?, la respuesta, en la intimidad siempre era la misma: si, el peor. Por si alguien se lo pregunta, los actores de estas conversaciones fueron artesanos,  obreros, jubilados y gente normal. Puedo asegurarles que nunca tuve la oportunidad de conversar con un “burgués”, en Cuba, el acceso al Comité Central del Partido, o a los despachos de los Ministros Castristas, está reservado para gente con la que no tengo nada que ver.

Recuerdo mi primera responsabilidad con pocos años, ir a por el litro de leche que diariamente tocaba según “la libreta”. Paso a paso, luego fue ir a por los huevos, las croquetas, aquello era de “venta liberada” por lo que se buscaba cuando hacía falta. Ya hacerme cargo de buscar “los mandados” del mes no me hizo tanta gracia, eran muchos productos, y la “jaba” pesaba. Pero siguió el socialismo su curso, el castrista y el mundial, y tanto da el cántaro a la fuente que se rompe, y se rompió. Y se fueron para siempre los huevos liberados, las croquetas, los mandados, y con ellos, todo aquel que pudo escapar de aquel desgobierno miserable.

Hoy solo hay que salir por unos meses, para darse cuenta que en Cuba, la economía, y los cubanos, de la mano del castrismo, caminan paso a paso, día a día, como el cangrejo, para atrás. A excepción de los Burgueses del Ministerio y demás lame botas del Poder, es fácil entenderlo. Todo son señales, desde el papel sanitario “regulado” en los baños del Aeropuerto Internacional, hasta la ruta suicida que significa tomar la “autovía” nacional, que se parece más a un camino real, sin ofender. Para el de dentro peor, vivir cada día como un animal en la jungla, peleando por conseguir algo que llevar a la mesa, entre controles policiales, y oferta controlada, sin tiempo para pensar sobre las causas reales de esa vida miserable, o sin fuerzas para cambiarla.

Le ganamos la guerra a España, con hambre y sin uniformes.

Sacamos a Machado con una huelga General.

 Echamos a Batista con una movilización ciudadana.

Es hora de entenderlo, la realidad podemos cambiarla, solo hay que desearlo, perseverar, y juntarse.

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