Cuando lo obvio se impone.

Queridos lectores disculpándome por la ausencia regreso otra vez a los andares para gusto de algunos( de vosotros), y disgusto del dice-presidente mojón cubano, su titiritero castro el segundón, y la mafia castro-espín que tras bambalinas hoy siguen desgobernando los destinos de los cubanos dentro e incluso de muchos fuera, quienes por las razones que se quieran dar siguen atados y bailando el baile de la indecencia. Pero bueno, para centrarnos en el post de hoy, dejemos estas ramas y vayamos al asunto troncal: lo que hoy en Cuba... es obvio.

La mafia castrocomunista está de los nervios por lo de la concentración pacífica que se promovió en los aledaños al cine Yara de la capital cubana. A pesar de que la oposición está fragmentada, poco conectada e incluso incomunicada logró "correrse la bola" gracias a que muchos nos implicamos desde fuera en la promoción y claro, al "eje-cautivo" de la mafia castrocomunista, -de la que es parte-, no le quedó más remedio que enseñar los dientes, algo por otra parte que era básicamente obvio.
 
Quienes no lo vieron venir fueron los muchos delincuentes de La Habana. Yo si hubiese estado ahí, dado mi historial delincuencial de entonces asumido a la fuerza en un país en el que su gobierno obliga a sus ciudadanos a decidir entre comer o conciencia, -y esto da para una reflexión filosófica demasiado larga-, hubiese junto a mis compinches Moropo, Picha y El Puchi planificado un viaje desde Camagüey para asaltar el Banco Financiero Internacional de Teniente Rey si total, los "nagüitos" que piden el "carné de idad" estaban todos reprimiendo a opositores o alrededor del cine señalado por lo que estaba en juego, -nada menos que la caída del castrocomunismo-, así que se vieron obligados a movilizar a todas sus hienas marrulleras hacia allí, algo que también resultaba ordinariamente obvio.

Los opositores hicieron lo que pudieron, censurados en sus conexiones al exterior gracias a una diligente ETECSA que les cobra a sus familiares y amigos en el extranjero ingentes cantidades de dinero para mantenerlos conectados excepto si se trata de promover protestas, manifestaciones o cualquier movilización ciudadana que pueda poner en peligro la fragilidad de un sistema que agoniza sostenido solo por la cooperación necesaria de los millones de exiliados, y la inacción de un pueblo que no sabe la historia del rumano Nicolae y aquella única consigna por hambre: "libertad, abajo el comunismo". Porque claro, los castristas de La Habana no van a contarles a los cubanos desinformados lo fácil que resulta destronarlos, algo litúrgicamente obvio.

Pero lo importante es la desnudez a ojos de cubanos dentro y fuera, de un rey que lleva paseándose sin ropa desde hace seis décadas y aunque nos acostumbraron a verle grande, no es más que un pusilánime que vivió en el pasado de limosnas a cambio de ser la punta de lanza de los soviets, y hoy sobrevive entre otras cosas por el sistema esclavista que aplica a todos sus ciudadanos que "tocan" moneda dura, y el contubernio de algunas naciones que bajo la justificación del multilateralismo por un lado y la autodeterminación de los pueblos por otro, han permitido esta indecencia porque claro, lo que cuenta son las formas y los cubanos llevamos décadas llenando plazas que "dicen" al mundo lo contentos que estamos como estamos, algo que aunque ya comience a joderme, resulta tristemente obvio.

Y entonces si la obviedad es la norma en Cuba cabe preguntarse: hasta cuándo durará esta indecencia que nos ha exiliado, masacrado, encarcelado, utilizado, empobrecido... en resumen, ignorado en nuestra condición humana?

Hombre visto así, -y aunque algunos de los implicados no lo vean aún-, la respuesta es condenadamente obvia. El castrocomunismo durará hasta que los cubanos dentro y fuera entiendan que juntos somos mejores, que nos asiste la justicia y la razón en esta lucha de derechos y dignidades, pero además y lo más importante: que somos muchos más que aquellos que nos desgobiernan y que si es verdad que Cuba tiene como uno de sus pocos éxitos a nivel mundial, -más allá del hambre y los millones de exiliados-, uno de los stocks de celdas más grandes del mundo, también os digo que podrán encerrar a 100 o a 500, pero cuando a las calles cubanas salgamos por miles nada ni nadie para ese tren hasta la estación libertad.

Y eso por suerte y gracias a Dios amigos lectores, también resulta esperanzadoramente obvio.
Ánimo! 






 



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