Filosofando.

Hay mucha gente con la que converso del tema de Cuba, y sus destinos. Cuando me escuchan hablando sobre la certeza de un futuro de libertad y prosperidad, siempre es reiterada la pregunta: ¿De verdad crees posible una Cuba diferente?

En un inicio me molestaba la falta de entusiasmo de compatriotas, familia o amigos con relación a lo que creo firmemente más que un reclamo de exiliado, es un asunto de pura justicia social; un razonamiento avalado por la historia reciente de muchos otros antes de nosotros, que determinaron  no continuar con el yugo comunista que un día se impuso a los pueblos más allá del Cáucaso, por los apetitos hegemónicos de unas superpotencias que no contentas con salir vencedoras de la SGM, quisieron seguir su “tira y afloja”. Hoy frente a la recurrente, y habitual duda de mis paisanos sobre un horizonte radiante de esta Cuba encapotada por decenios, antepongo con religiosidad manifiesta criterios ausentes de ansiedades, porque se que la libertad de Cuba es cuestión de tiempo, y nada más.

La cuestión por tanto no es el qué, sino el cuándo. Ahí es imposible aventurarse a ejercer de oráculo sin que quedes con el culo al aire.

Es cierto que soplan otros aires en la región; como nunca antes y después de decenios de opio comunista administrado a los pueblos de esa américa nuestra que llamó Martí; hoy cansados de esperar lo que nunca llegó, reconocen que lo peor es que aquel paraíso, aquella tierra prometida por profetas de hoz y martillo, no era más que una engañifa para desesperados.

Sobreviven pocos a nivel sistémico, algunos ya en estado de coma como Venezuela o Nicaragua; aunque a nivel de adeptos la cosa no esté del todo conseguida viendo como en pleno siglo XXI en España compran la bazofia populista de Iglesias y compañía por millones todavía.

Pero a mí confieso que me importa Cuba; el país de mis abuelos muertos a los que no visito desde hace ya veinte años, cuando por entonces en mi último año en Cuba acompañaría a mi madre el día de fieles. Mi mayor preocupación es que vaya a morir en tierra extraña, no lo digo con animo despectivo porque me he sentido, y siento de todas partes; pero hablo de otra cosa más vital y trascendente, que aunque la muerte no exista para mí, no hay nada como fundirte en la tierra que respira el aroma, y se alimenta de la savia que han abonado tus ancestros.

Y todo esto lo digo desde el convencimiento que empieza uno a morir desde el día en que nace, y con casi medio siglo a cuestas, necesito creer que mi tierra podrá recibirme un día; pero libre de alimañas porque ni muerto podría habitar para siempre bajo un cielo encadenado donde ovejas alienadas malgastasen lo poco que he dejado para el ciclo de la vida de una manera tan abyecta.

Así que hermano, vamos a arrimar el hombro que en la vida lo realmente importante son dos o tres cosas; y como pasa siempre cuando se trata de buscar lo bueno o lo bello olvidándose del yo, mientras más seamos mejor; pues en esta guerra eterna de luz contra tinieblas, a los heraldos de la primera siempre les faltarán brazos en el empeño de ganar, y el empeño de ver a Cuba libre es bueno y bello.


Y guambán.










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