Afinando la puntería.

Han humillado- según sus propias palabras-, al hijo de “Consuelito”; pero eso no es lo noticioso, sino que ha elevado una queja a través de las RRSS porque al llegar a la terminal 3 del Aeropuerto de La Habana, lo han maltratado, robado, y humillado al regresar de EEUU.

Esto me ha hecho recordar una escena que vivió mi madre en primera persona cuando en una reunión de amigos, la mujer de uno de aquellos que formaban el grupo- y que era oficial de inmigración-, dijo entre los que estaban allí en relación con el asunto de obtener un pasaporte, que las “instrucciones de arriba” eran que no podían ser amables con los cubanos que allí fuesen a solicitarlo.Parte de los valores del sistema comunista instaurado en Cuba, serían junto a la chivatería institucional, la envidia. 

Desde que el primer revolucionario le cayó a golpes a la primera Gramola, y al primer parquímetro; el castrocomunismo vio en la explotación de esas miserias humanas, su propio éxito como sistema.Porque primero fueron las máquinas tragaperras el blanco de la frustración; luego serían los “bitongos, hippies y maricones del UMAP; luego fue la escoria Marielista. Pero entonces todo cambió; se cayó el Muro, y como ahora el dólar ya era “amigo”,- aunque un amigo muy esquivo para los cubanos sin acceso a las fuentes de poder y sin familiares “millonarios” en USA-, hubo que recanalizar la frustración y redefinir al enemigo interno. Y fue así como llegaron para quedarse los “macetas”.

Porque en Cuba, la Cuba de los castro-espín y Díaz Canel; la que permite todo tipo de negocios y anima a capitalizar a quienes desde fuera arriban a la isla más bella que ojos humanos vieron; la que tiene una miseria estructural y generacional, aunque algún apellido sea parte del club de Forbes; en esa Cuba, y por “orden” de sus amos, para los serviles funcionarios del desgobierno  imperante, el ser rico sigue siendo un delito; aunque aquellos, los que alientan a tan perversa actitud, hace mucho que entraron en el club de los acomodados. 

De ahí que todo aquel que llegue a sus costas con un bolsillo abultado y cara de felicidad, sea blanco de miradas, actitudes, y un trato hosco cuando has tenido el privilegio o la desgracia, -según se mire-, de nacer allí. De ahí que hoy el chivatrómetro cubano siga funcionando, a la caza de quienes dentro, intentan emular a sus compatriotas exiliados en eso que se conoce como “calidad de vida”.

Hoy han humillado a “quija de gaveta” que era como le llamábamos allá por los ochenta; han robado al hijo de Consuelo Vidal, que fue parte del ejercito de conciencias que por decenios intentaron con más o menos éxito mantenernos anestesiados. Una verdadera vergüenza si tenemos en cuenta que este sujeto fue parte de esa nueva trova; la que renunció al Bola, y a cantarle al amor para entonar cosas como aquella de “andes lo que andes, ándate por los Andes…”.

No existe compatibilidad entre la pobreza y la indecencia. Se puede ser pobre, y a la vez honrado, decente, educado; ya lo demostró nuestro guajiro antediluviano, antes de que le descolocara el tifón castrista. Pero en Cuba, esta que hoy pretende vendernos el dice-presidente como un país émulo, no lo es tal. Y no es la pobreza económica su mayor problema.

Porque en la Cuba secuestrada por la castromafia la indecencia moral, y la falta de valores humanos en una sociedad alineada entre la servidumbre de la conciencia, y un incivismo superviviente, no hay tiempo para entender que a Amaury no lo ha maltratado el oficial de inmigración, y aduanas o la que te administra la cantidad de sanitario conque puedes limpiarte el culo; sino que lo ha maltratado un sistema oprobioso al que él mismo le cantó.

De ahí que mientras él pida públicamente el despido de todos los trabajadores del aeropuerto, yo pida la renuncia incondicional de Díaz Canel y su compañía castromafiosa.

Y guambán.

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