Cuestión de lenguas.

Bueno queridos lectores hoy esto va de lenguas. Que no seáis mal pensados, que no se trata del órgano con el que articulamos palabras y otras cosas más, no. Estoy hablando de la lengua en sentido lingüístico propiamente dicho porque de ahí viene la cosa. En mi opinión la lengua de alguna manera condiciona el carácter e incluso, desde la felicidad o las relaciones humanas hasta el mismísimo camino que toman los pueblos. Después de años conversando y analizando culturas gracias al tiempo en el que estuve inmerso en la asistencia a personas relacionadas con el turismo, me he podido hacer una idea de cómo funcionan y creo honestamente que el lenguaje es fundamental. Si no lo creen así, escuchen hablar o vean la caligrafía de un noruego y entenderán porqué en tiempos pasados, solo servían para comer salmón y cortar cabezas. Pero no voy aquí a desgranar todas las lenguas porque ni tengo la experiencia global ni creo que sería útil, así que solo hablaremos de las que me han rodeado y a las que he llegado a entender sin entender.

El italiano por ejemplo que es el idioma de la música. No lo digo por la ópera que efectivamente confirma esta afirmación, -y si no pregúntenle a Placido si es que lo encuentran acosado por el feminismo comunistoide-. Para aquellos que tengan como yo la suerte de tener un amigo de ese país transalpino, entenderán que da igual si se trata de La Traviata o de la popular canción de Renato Carosone "Tu vuo' fa' ll'americano", esta gente cuando habla suena musical.

El Francés, -y creo que sonaré cursi porque esto lo ha dicho mucha gente-, es el idioma del amor. Pero es que efectivamente es así, esa modulación que envidian los catalanes y que hace que Hollywood cuando piense en rodar en París le de preferencias a guiones acaramelados, es porque no hay nada más sexy que una francesa dándote los buenos días. Bendito Sarcosí.

El inglés ya es otra cosa, porque aunque universal lo conocí y lo chapurreo de mi paso por los Estates. Para mí es el idioma de los negocios, de la celeridad y la concreción en las palabras: "That's it". Y aunque mi hija hable el sofisticado British, me entiende perfectamente cuando le hablo y eso es porque aunque los ingleses lo hayan inventado, la copia se ha impuesto porque time it´s a time and money it´s a money.

Del Alemán qué decir? Es el idioma de la seriedad de las cosas, de la prosa en función de la productividad y el orden; y por supuesto, es la lengua castrense por excelencia porque no hay nada que imponga más que un alemán con un arma. Puede usted mirar en la historia y esto ha sido así desde tiempos del Imperio Romano y a diferencia del francés, tome usted por esposa a una alemana y verá que por muy rubia y muy alta, cuando abra la boca para decirle amorosamente durante los primeros años: guten morguen, vamos que de sexy eso no tiene nada.

Y luego el Español. Ah, ese sin lugar a dudas es el idioma de la literatura. Solo tiene usted que escuchar hablar al Rey de España o al farmacéutico de la esquina de mi barrio y se dará cuenta del rodeo, la intencionalidad en alargar una frase por el solo hecho de disfrutar su armonía y el tiempo de la conversación, porque me va a perdonar Shakespeare, Hamlet y hasta la Reina Isabel pero no ha parido una madre mayor virtud literaria, que aquel que para comenzar una historia dijo: En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme… . Por favor, va usted a comparar esa descripción con Was upon a time….

Y por último el cubano. Esa variante del español que durante décadas nos preciamos de conservarlo en mi tierra camagüeyana donde decíamos orgullosamente que éramos los que mejor traducíamos la lengua de la madre patria porque al final, la guagua era un invento Canario y ni cantábamos como los orientales, ni cambiamos R por L como habaneros y matanceros. Y éramos bulliciosos pero educados y de verbo fácil para la conversación, como solo puede serlo un hispano.

Pero llegó el tiempo de la indecencia, del comer todo con cucharas, del hablar más alto que derivó en gritería, en una cacofonía aprendida en las interminables horas de discursos escuchados a la fuerza por un loco desquiciado empeñado en edulcorarnos, en transformarnos en su modelo de cubano, un ser incapaz de escuchar, de pausar las palabras, de atenerse a la moderación o al debate inteligente porque el lenguaje inculcado por décadas, ha sido el de un español indecente y totalitario que les impide a algunos de mis paisanos incluso viviendo en el exilio en democracias avanzadas por años, mejorar su distorsionada y chabacana algarabía.

Ruego a Dios podamos librarnos pronto de la peste que nos asola desde hace demasiado, para reconstruir a Cuba y encontrar en la belleza del Español, uno de los motivos que nos permita recobrar nuestra hidalguía criolla y puedan admirarnos otra vez e incluso, quién sabe si hasta escribir un libro sobre nosotros: Hay un lugar en Las Antillas con gente buena de verbo grácil llamado Cuba…


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