Buscando aire.

No se porqué hoy, en este día gris de esos que Perales en sus versos los responsabilizó de ponerle triste, a mí igual y doblemente, -pues en mi caso encima de emularle en latitud le aventajo desde mi posición de exiliado-, así me hacen sentirme. Por un momento me ha venido a la cabeza Francisco Vicente Aguilera e intento buscar la asociación. Será porque en uno de esos inviernos como en el que estoy adentrándome, murió exiliado igualmente aunque si mal no recuerdo, en su caso estaba al otro lado del Atlántico. No vio siquiera el final de la guerra de los 10 años. Por suerte para él, un cáncer de laringe se lo llevó a tiempo para evitarle el dolor del Zanjón y sobre todo un seguro suicidio, pues un hombre como aquél que dueño de esclavos y señor de tierras, murió pobre por darlo todo para la causa de la libertad de su patria, le hubiese sido imposible reponerse de tamaña vergüenza y frustración.

Así fueron todos los de su clase y su estilo: hidalgos y honorables caballeros que fieles a su estirpe, entregaron todo a cambio de nada o sí, de un sitial en la historia pero eso no pedirían, ni lo sabrían siquiera. Es lo que tiene la hidalguía, que es coherente con su condición.

Cuba, la Republica de 1902 se forjó a base de coherencia. Conquistada desde el altruismo y la decencia de todos, los negros desnudos que entregaron sus vidas a lomo de caballos machete en mano porque era lo único que tenían para ofrendar; y los blancos todo eso y más, pues entregaron sus patrimonios aunque ello significase la pobreza como herencia para sus descendientes. Tal era nuestra virtud, que un negro sin mayor ascendencia que su valor, -hablo de Maceo-, sería general de 3 guerras, amado y respetado por todos y sobre todo, por un hombre como José Martí.
Cómo no iba a ser Cuba libre? Imposible malograrlo cuando se tienen estos hombres, cuando se juntan la virtud, el decoro y la coherencia alrededor de una causa de libertad, resulta imposible que esta no sea conseguida. Y lo hicimos, y fuimos libres… hasta que te conocí.

Hoy, Cuba vuelve a demandar que la liberemos. Está así desde hace seis décadas. Su lamento de pena lo escuchan en las tumbas de Santa Ifigenia y poco más. Su grito es por los millones de esclavizados en su conciencia, por los muertos sacrificados en el altar de la patria nueva que fue robada por unos malnacidos, y que aún hoy la desgobiernan. Y aunque la potencia de su grito es descomunal, los hijos dispersos por los cuatro confines hacen oídos sordos de ella.

Hoy la pléyade de adalides de la libertad que se necesita aún está por conseguirse. Se han puesto ganas, pero la confusión es tal, que el tiempo administrado con indecencia por una tiranía que nos ha potenciado los defectos como pueblo, hace que los intentos no hagan currículo para la historia.

Porque el patriotismo que demanda Cuba no necesita de asalariados, conseguidores de fondos inservibles que solo alimentan a la propia dictadura o ególatras incapaces de anteponer el interés general, a sus cosmovisiones distorsionadas del problema y de sus soluciones. Ni siquiera necesita Cuba de hombres bravos, si su bravía se mal usa en caminos sin salida y escaramuzas estériles, frente a un enemigo que demanda sus esfuerzos mancomunados si se quiere exterminar el mal de raíz.

Alguien me dejó un mal sabor de boca hace unos días cuando me preguntó: quién será el Martí de nuestro tiempo? Y meditándolo mucho sin necesidad de tomarme demasiado tiempo le respondí: nadie, Martí hoy no viviría, hay tan poca virtud y altruismo entre nuestros hermanos que de nacer, moriría al instante ahogado en la indignidad de nuestro tiempo.

Estos días grises del otoño, me ponen triste….


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