Una consonancia histórica perdida.

La historia de las luchas de liberación a lo largo del tiempo han sido muchas y de variados tipos. De las más famosas, está las de los griegos contra los persas y su Maratón. Hay otra que no incluyó mucha sangre derramada al estilo clásico, pero fue igualmente cruenta al estar uno de los bandos luchando contra Dios. Y la muerte les sobrevino en forma de agua salobre cuando Moisés volvió a extender el báculo sobre las aguas.

La guerra de liberación en Cuba fue básicamente la guerra de los hijos contra los padres, con la ayuda de hijos de tierras africanas que accidentalmente desde el momento que fueron cazados en su África natal y engendraron descendencia en tierra extraña, ya no pudieron considerarla tal. Y fue cruenta, de cargas al machete, miembros desmembrados, héroes dispersados al viento con disparos de cañón y otros inertes de cara al sol, aunque desde entonces vivos para siempre.

Finalmente alumbraría la estrella solitaria en El Palacio de los Capitanes Generales bajo la fiduciaria mirada del león de Las Guásimas, aquel mediodía de Mayo de 1902. Entonces cubanos y españoles re-emprendimos el rumbo de un país nuevo que buscaba el sueño de todos y para el bien de todos. A nadie se reprimió ni se desterró y el país ahora en paz, buscó entre brazos negros y blancos, naturales o foráneos,-sin distinguir como antes entre criollos o peninsulares-, su desarrollo económico y la felicidad de sus habitantes.

Llegaron entonces aún más. Vascos, Catalanes, Canarios, y Gallegos que huyendo de sus miserias vieron en Cuba la salida a sus penurias y la de quienes quedarían atrás viviendo gracias a las bondades de unas gentes y una fértil tierra que prodigó fruto para todos. Fueron cinco décadas de alegrías donde el cubano nunca miró ni se cuestionó por los muchos extranjeros que a su tierra llegaban buscando labrarse futuro. Y fuimos generosos, sin fantasmas de guerras pretéritas ni rencores al ver émulas comunidades de “gallegos” floreciendo a lo largo y ancho de nuestra tierra.

Y llegó el desastre. A unos y a otros nos tomó por sorpresa ya que el zarpazo acabó con el esfuerzo de años de dedicación industriosa de unos y de otros, pues el castrocomunismo no distinguió ni entre licitudes ni entre nacionalidades y el miliciano metralleta en mano, intervino lo mismo El Liceo Español que la bodega del Tío Paco o el Bazar de mi abuela.

Como el mal duraba demasiado la verdad comenzó a desdibujarse. Y a fuerza de olvidar,  España olvidó convenientemente la historia y dio carta de legalidad a quien ilegalmente arruinó y confiscó a sus abuelos. Los "gallegos" siempre cortos de miras en las cosas de Cuba, vieron en quienes no se han cortado en someter a la fuerza un aliado, una oportunidad de medrar y obtener unas pesetas que debieron quemarles las manos, pues era dinero infernal. Pero no, ahí estaban los nuevos negreros otra vez, solo que ahora en vez de traficar con el sudor de negros africanos, trafican con el sudor de cubanos condenados a reírles sus gracias solo por una cuestión de supervivencia.

La España de hoy en Cuba está en franco contubernio con el castrismo, olvidando que su deber de consonancia no es para con el desgobierno de Díaz Canel, sino para con el pueblo cubano; ese pueblo que otrora y una vez acabada la guerra le abrió los brazos y que hoy es abusado desde una miserable actitud de superioridad producto de las circunstancias.

Llegará el día en que recuperaremos la libertad. No creo que vayamos a perder nuestra generosidad ni nuestra cordialidad aunque entendería que se exigiese una compensación a tanta traición por parte de quienes debieron ser nuestros mejores aliados, y hasta hoy solo han sido cómplices de nuestro sufrimiento.

Gallegos, estamos a tiempo!



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