Definiendo la decencia.
Hay un refrán muy antiguo que dice:
“de que los hay los hay, lo que falta es dar con ellos”. Si lo
miras bien se puede aplicar a cualquier cosa para bien o para mal
dependiendo de la necesidad. Este post de hoy va en relación a que
aunque hay cosas en la vida que son de sentido común, hay ocasiones
en las que explicarse es necesario o te arriesgas a ser un
incomprendido. Porque de que los hay los hay...
He hablado hoy con un cubano de dentro,
de esos de raíz y mientras intentaba definirse por ser una primera
vez, me dice de momento como bajando el tono: “déjame decirte que
yo soy un extremista” (me dice en relación con sus posiciones con
relación a la tiranía castrista. Disculpándome por la interrupción
solo le dije: tranquilo hermano, frente a una tiranía solo cabe el
extremismo si se quiere ser humanamente digno.
Hablamos de Martí, de la necesidad de
educar, de despertar la conciencia cívica en Cuba, del necesario
entendimiento entre los cubanos y de la transversalidad de una causa
sin más colores que los de la bandera. Nos emocionamos por coincidir
en tantas cosas pero claro, ¿cómo no van a coincidir dos cubanos
Martianos con conciencia de lo que significa ser discípulo del
maestro?
Y entonces caí en la cuenta que a
veces lo esencial es invisible a los ojos, y no solo a los de
Antonie, sino de todos los que nos acercamos a escudriñar sin llevar
un corazón presto a que “mire” primero y así ver lo que
deberíamos tener todos los que acusamos este gentilicio grabados
entre ventrículo y ventrículo: que toda la gloria del mundo cabe en
un grano de maíz.
Y el resto de opiniones podrán tener
su justificación pero no serían conceptualmente decentes porque
frente a un tirano solo cabe la radicalidad de la decencia.
Y se acabó.
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