Bendita Gravedad, yo te maldigo.
Hoy cuando regresaba de la capital hacia mi pueblo, me quedé
pensando en esta fuerza física descubierta hace ya tiempo por aquel al que le
cayó una manzana en la cabeza. Si amigo lector, hablo de Newton no del hijo de
Guillermo Tell que eso es otra cosa y como sé que probablemente sea usted
cubano, le digo que olvídese de la cancioncilla que este post no va de eso.
Los antiguos creyeron firmemente en la teoría de que la tierra era plana, con un desembocadero al final del océano que iba a dar al mismísimo Hades. Como no iban a pensarlo si carecían de los satélites que hoy tenemos y por encima de sus cabezas solo veían cielo infinito. Entonces nunca pudieron imaginar que estábamos encaramados en una medio esfera sostenidos únicamente por algo que tardó en saberse hasta que al amigo Newton le dio por echarse la siesta debajo del árbol.
Y de esas cosas iba meditando, cuando me dí cuenta que geográficamente por estar en la zona mediterránea, yo iba subiendo la bola y si no fuese por la gravedad, me hubiese escurrido hacia abajo. Entonces dí gracias a Dios por la fuerza que me sostiene en pie, aferrado a la tierra y exclamé: bendita gravedad.
Pero entonces mi otra parte me asaltó y me dijo: y si no hubiese gravedad? Ah, en ese momento pensé que apartando a los osos polares y los esquimales que quedan libres del walfare americano vagando por el polo norte nadie se salva de escurrirse, y si bien los canadienses y los finlandeses pudieran aferrarse a los arboles para sostenerse, el resto nos escurriríamos hacia abajo, hacia el abismo sin fin del que hablaban los antiguos. Los primeros por supuesto, los patagones.
Entonces caí en la cuenta. Sin gravedad, aunque sé que mis compatriotas caerían irremediablemente por cuestiones geográficas que no puedo evitar, también se escurrirían de Cuba el Diaz Canel con la castromafia y to tirimbundache. Coño, eso sí que está tentador; ¿te imaginas a Cuba libre de esas ratas para siempre? La verdad que por un momento deseé que nos fuéramos todos al carajo con tal de salir del “canelo” y su hato de ratas miserables.
Pero entonces, gracias a que son más de 40 kilómetros los que me separan de mi destino he tenido tiempo de rectificar. A fin de cuentas mis hermanos de lucha y todos los cubanos que sufren la agonía castromafiosa de los castro espín no se merecen escurrirse. Y entonces cual Newton tuve una idea propia de quien le ha caído una manzana en la cabeza.
Un interruptor. Sí, con un interruptor gravitatorio podría avisarles a todos los cubanos buenos que se agarren un momento, fuertemente a lo que sea, preferiblemente a sus deseos de ver a Cuba libre. Y entonces poner en OFF el interruptor.
Y así, mientras todos los hombres y mujeres de buena voluntad agarrados a lo que sea nos esforzamos por no escurrirnos, veremos a Diaz Canel y al hato de hijoputas que desgobiernan Cuba escurrirse cual serpientes a través del globo terráqueo rumbo al universo que por otra parte, es lo suficientemente grande y extenso como para permitirse recibir tanta mierda sin que el tufo fecaloide sea percibido por nadie.
Y guambán.
Los antiguos creyeron firmemente en la teoría de que la tierra era plana, con un desembocadero al final del océano que iba a dar al mismísimo Hades. Como no iban a pensarlo si carecían de los satélites que hoy tenemos y por encima de sus cabezas solo veían cielo infinito. Entonces nunca pudieron imaginar que estábamos encaramados en una medio esfera sostenidos únicamente por algo que tardó en saberse hasta que al amigo Newton le dio por echarse la siesta debajo del árbol.
Y de esas cosas iba meditando, cuando me dí cuenta que geográficamente por estar en la zona mediterránea, yo iba subiendo la bola y si no fuese por la gravedad, me hubiese escurrido hacia abajo. Entonces dí gracias a Dios por la fuerza que me sostiene en pie, aferrado a la tierra y exclamé: bendita gravedad.
Pero entonces mi otra parte me asaltó y me dijo: y si no hubiese gravedad? Ah, en ese momento pensé que apartando a los osos polares y los esquimales que quedan libres del walfare americano vagando por el polo norte nadie se salva de escurrirse, y si bien los canadienses y los finlandeses pudieran aferrarse a los arboles para sostenerse, el resto nos escurriríamos hacia abajo, hacia el abismo sin fin del que hablaban los antiguos. Los primeros por supuesto, los patagones.
Entonces caí en la cuenta. Sin gravedad, aunque sé que mis compatriotas caerían irremediablemente por cuestiones geográficas que no puedo evitar, también se escurrirían de Cuba el Diaz Canel con la castromafia y to tirimbundache. Coño, eso sí que está tentador; ¿te imaginas a Cuba libre de esas ratas para siempre? La verdad que por un momento deseé que nos fuéramos todos al carajo con tal de salir del “canelo” y su hato de ratas miserables.
Pero entonces, gracias a que son más de 40 kilómetros los que me separan de mi destino he tenido tiempo de rectificar. A fin de cuentas mis hermanos de lucha y todos los cubanos que sufren la agonía castromafiosa de los castro espín no se merecen escurrirse. Y entonces cual Newton tuve una idea propia de quien le ha caído una manzana en la cabeza.
Un interruptor. Sí, con un interruptor gravitatorio podría avisarles a todos los cubanos buenos que se agarren un momento, fuertemente a lo que sea, preferiblemente a sus deseos de ver a Cuba libre. Y entonces poner en OFF el interruptor.
Y así, mientras todos los hombres y mujeres de buena voluntad agarrados a lo que sea nos esforzamos por no escurrirnos, veremos a Diaz Canel y al hato de hijoputas que desgobiernan Cuba escurrirse cual serpientes a través del globo terráqueo rumbo al universo que por otra parte, es lo suficientemente grande y extenso como para permitirse recibir tanta mierda sin que el tufo fecaloide sea percibido por nadie.
Y guambán.
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