Mocos
Ya son varias generaciones de cubanos en esta
letrina histórica donde estamos girando y girando sin salida. Ni
siquiera un probable excusado nos hace poner caras, si se trata de
acabar esta historia de indecencia y de oprobios; este agujero negro
que eternizado en el tiempo, hace que el planteamiento de una
supernova nos parezcan fuegos artificiales.
Resulta que mientras paseaba por una
calle de esta “Europa del Bienestar”, me llamó la atención un
señor que caminaba delante mío, y que mientras sufría un catarro
antológico, entre tos y tos, engullía flema tras flema. Yo, no más
pasar a su lado, mi primer pensamiento fue gritar más que decirle:
“bota que no es compotaaa”, juro que si no lo hice, fue porque
pesaron más los quince años de exilio, el cincel, y el mazo.
Cuentan las ya casi extintas
generaciones antediluvianas de cubanos, que a pesar de que en las
escuelas existía una asignatura llamada Urbanidad en la que las
clases medias-altas se entrenaban para su futuro desenvolvimiento en
sociedad, no había clase social más educada que la campesina;
aunque nunca hubiese estudiado lo de sus paisanos urbanitas, conocía
de cuna una educación que era legendaria.
Pero llegaron aquellos que vieron en la
degeneración de la sociedad, y la pérdida de sus valores el éxito
de su empresa. Porque no hay nada más rentable para un tirano, que
envilecer y prostituir el alma, desraizando a quienes necesita para
confundirlos, para sembrar la semilla del mal... y prevalecer.
Así, vino el exilio para trajes y
guayaberas, la desaparición de toda buena manera reprimida por miedo
al “bitongo” o “burgués” siempre amenazante mote; eran
tiempos de cambio donde el hombre nuevo, ya no disfruta “Amor, yo
se que quieres llevarte mi ilusión...” entonada por aquel negro
enorme al que ni una mariconería antológica encontró en sus
verdugos, razón para acallarlo sino que; como a todo lo demás que
se les resistió, Dios incluido, lo rodearon hasta asfixiarlo. Así
fuimos de canciones a cancioncillas, “... nosotros los negros
finos, hemos decidido, no tocar mas conga ni comer pepino, porque
hace daño a los intestinos..”. Apoteósico.
Aquello no podía tener un buen final,
la degradación moral junto a la falta de educación caló... y
hondo. Hoy los cubanos de la Isla son rehenes, pero más que del
castrismo... de ellos mismos. De su ceguera conceptual, de su
des-conexión histórica, de su ausencia de fe, de una vuelta en
círculos que los marea tanto, que ni frente a una necesidad humana
básica, como es la libertad, son capaces de sentirla... de desearla.
Habrá que hacer caso al Maestro en
algún momento, porque aquel que dijo, ”...sólo las virtudes
producen en los pueblos un bienestar constante y serio”-, debe ser
tomado en cuenta. Si queremos salvarnos, deberemos educarnos, dejar
lo acomodaticio, lo chabacano y lo procaz; y distinguirnos que es
distinto a señalarnos; y destacar desde el mérito, no desde el
rebuzno vacuo. Porque eso es ser cubano, de los de raíz.
A por la raíz, aunque en el
camino...haya que comerse los mocos.
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