La Habana eterna.
Pánfilo de Narváez
la fundó a instancias de Diego Velázquez en 1514 como Villa de San
Cristóbal de La Habana; eso sí, al Sur de la Isla por lo que luego
sería trasladada a donde está hoy, de ahí que en la capital cubana
este año coincidiendo con aquel 1519 y no con el de la fundación de
la villa, estén algunos “celebrando” el quingentésimo
aniversario de su fundación.
Siempre fue de “la
llave del golfo”, su más preciado diente debido a una posición
privilegiada y a una Flota de Indias engordando sus arcas gracias al
trasiego de toneladas de oro y piedras preciosas que por ahí se
movieron desde 1561. Por entonces se decidió amurallarla y
consecutivamente se irían construyendo las majestuosas edificaciones
que hasta hoy perduran y que hicieron a Carlos III en el caso de la
fortaleza de La Cabaña, asomarse al balcón de palacio para divisar
desde Madrid algo que creyó poder ver teniendo en cuenta los dineros
que le habían costado. Unos siglos después probaría su eficaz
robustez, soportando los ayes de cubanos que en sus muros morirían
gritando libertad mientras las balas castristas acaso pudieron más
allá de llevarse aquellas preciosas vidas, arrancarle esquirlas a la piedra.
Fue verdaderamente
una perla mimada y querida por todos y a ella llegaron los adelantos
primero que a su ex Metrópoli. Alumbrado, tranvías, hasta la
televisión a color que con toda la tecnología lista para montar en
1958, tuvimos que esperar hasta finales del siglo XX por culpa del
desgobierno que nos eclipsó desde 1959 trayendo las mejores cuotas
de miseria, hambre y destrucción nunca antes vistas por los vecinos
de la villa de San Cristóbal. De lo poco y bueno que hoy perdura en
pie nada hicieron si exceptuamos el lujo que derrocharon en las
instalaciones del nuevo gobernante que sabiendo lo frágil de un
Palacio Presidencial en términos de seguridad, decidió construirse
un templo al aislamiento y la indecencia para estar a buen recaudo
del pueblo .
La otrora villa es
hoy un cementerio en términos arquitectónicos. Los vecinos antes
orgullosos hoy se asoman miedosos cada mañana cuando intentando
abandonar sus solares pueda caerles una viga podrida o venirse abajo
el solar que lleno de suciedad e insalubre a los ojos de cualquier
mortal, aun permite a sus moradores malvivir entre sus paredes
rancias por causa de un sistema obsoleto que no ha sido capaz en seis
décadas de aprender el simple concepto de “mantenimiento” pues
se han empeñado en la prestidigitación constante del ir inaugurando
sin mirar atrás, con lo cual podrían facilmente constatar que todo su mundo está
derrumbándose entre basuras cucarachas y ratas que pululan o una
ausencia de lo más básico para un ser humano como puede ser el
agua… o la dignidad.
Hoy personalidades
de la política y famosillos de turno estarán paseando La Habana del
Díaz Canel y comparsa. Los llevarán al Capitolio donde ya no está
el diamante y les harán mirar hacia arriba a la cúpula restaurada
para luego llevárselos a dar una vuelta por los sitios ya consabidos
donde el cubano hipócrita les sonreirá en un acto de suicidio
colectivo en el que estamos instalados desde hace mucho porque parece
que la indecencia de una vida o el hambre de unos hijos, no son
suficientes para aunque sea, ponerse serio al paso del cortijo.
Pero no importa lo
que algunos hoy indecente e interesadamente celebren porque una vez
más, es solo eso: humo. Y en esta venta de humo están
instalados desde que llegaron y donde si todavía los hay que por
miedo, ignorancia o simple cohecho le compran su bazofia de ciudad, otros como yo
no. Porque La Habana, esa que vive sin libertades, ni comida o
transporte ni infraestructuras básicas y encima, habitada por esa
masa amorfa e incívica que aún la puebla llamada habaneros, esa…
no aguanta más!
Y guambán.
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